lunes, 10 de marzo de 2008

V Muestra de Cine Fantástico, cuarto día


Ya se nos terminó el festivalillo, el mini-Sitges de los que no salimos de Madrid. Nos pasaremos un año entero echando de menos la sala grande del Palafox, el ambientillo friki de chavales peludos y adultos pelados que dedicaron su madurez a parecerse a Donald Pleasence. Echaremos de menos los tubitos de dulce de leche La Lechera que los jóvenes hambrientos sorbían cual yonquis ávidos de azúcar. Incluso sentiremos añoranza de las presentaciones por Leticia Dolera, y de la chica disfrazada del erizo Sonic que nos hacía soñar con un romance zoofílico como el que mantuvieron detrás de las cámaras Espinete y el panadero Chema.

Pero antes de la nostalgia llegó el mal rollo. "À l'intérieur", la película rodada a cuatro manos por Alexandre Bustillo y Julien Maury, probó de manera contundente mi aseveración de que el "gore" no tiene que ser espectacular, festivo y acomodaticio, de que su única opción para dejar huella es avanzar hasta el límite de lo soportable. Incluso nos colocaron cartelitos advirtiendo de que ciertas escenas herirían la sensibilidad de más de uno, y en especial de mujeres embarazadas (en cambio, sobre las agresiones a los genitales masculinos nadie nos avisó nada).

Porque en efecto la combinación de la maternidad como algo sagrado y digno de la mayor protección, y el malestar físico que puede producir esa enorme barriga donde se aloja un ser tan frágil, hacen imposible no estremecerse con las sevicias a que es sometida la pobre Alysson Paradis por parte de una Béatrice Dalle que dejó atrás sus días de rellenito sex symbol ochentero en "Betty Blue" para irse transmutando en un ser cada vez más inquietante (y que quizá, en alguna fiesta fin de rodaje de "Night on Earth", interesase a Winona Ryder en los placeres casi sexuales que procura el robo).

Uno podría preguntarse el porqué de tanta violencia casi insoportable, si no se tratará, como dijeron algunos, del exceso por el exceso, pero por fortuna, tratándose de cine francés, no falta la lectura simbólica, que adopta como punto de mira la dura represión policial aplicada no hace mucho por cierto ministro famoso hoy en día por cambiar de residencia, divorciarse y casarse con una cantante y modelo que anuncia coches con una canción de "Kill Bill". Ese nefasto papel de las fuerzas del orden, que son quienes finalmente hacen posible lo innombrable, podrá constituir para algunos una débil coartada de cara a justificar carnaza pura y dura, pero tanta rabia tiene que salir de alguna parte. La tenebrosa metáfora final, con sus dudas sobre el futuro de Francia, pone el broche artístico a una película incómoda como pocas, de increíble tensión sostenida, puesta en escena potentísima, que lo hace pasar verdaderamente mal, y que Hollywood no sentirá prisa alguna por versionear. Los hay que prefieren mirar hacia otro lado y decir simplemente que se trata de una mala película. Quizá para tranquilizar sus conciencias.

La clausura llegó con "La niebla", tercera adaptación de Stephen King por Frank Darabont, que añade un carácter más de género, con terror, monstruitos y "gore", pero también presta una atención notable a actores y personajes, construyendo un microcosmos asediado por lo desconocido donde se planteará el valor intrínseco de la humanidad y el valor moral de las decisiones que conciernen a otros. Quienes conozcan el original de King constatarán la gran fidelidad de Darabont como adaptador, aunque se llevarán una sorpresa mayúscula al ver cómo se sustituye el desenlace abierto original por una oscurísima conclusión que subvierte muchos de los ideales del autor de Maine sobre el hombre común y capaz que toma las riendas de la situación y raramente se equivoca, como si de una versión proletaria de Robert A. Heinlein se tratara. Que Darabont se atreva con un final tan radical y raro en Hollywood no es sino prueba adicional de su fe en sí mismo, una transgresión que se permite a sí mismo porque es consciente de ser un clásico.

El horror no sólo proviene de criaturas monstruosas, sino que se aloja en nuestro interior, por nuestra desconfianza, nuestras ganas de quedar por encima, nuestra poca disposición para ayudar al prójimo, nuestro entusiasmo a la hora de abrazar fanatismos que nos ofrecen soluciones fáciles (ahí tenemos el papelón de Marcia Gay Harden, digna heredera de la Piper Laurie de "Carrie"). Donde King se detiene y peca de maniqueo, Darabont es implacable: la buena gente, por desconocimiento, por desesperación, cegada por la niebla que se extiende a su alrededor, también puede llegar a ser monstruosa.

Me extrañaría que esta película fuese un éxito: pese a su suspense impecable, su unión sin fisuras de cine clásico de personajes con despliegues infográficos, su notable dirección de un reparto casi perfecto y un guión que llega a mejorar el ya interesante original literario, que pocos podrían haberse imaginado plasmado de una manera muy distinta a la que vemos, aun así resulta demasiado pesimista para un producto de la gran industria. Pero esa es una de las múltiples cualidades que la hacen memorable y candidata a futuro clásico.

1 comentario:

Nacho dijo...

Sobre "The Mist" la he visto este finde en el emulechannel (más que nada porque me jode esperar medio año desde el estreno americano y encima tragar con el doblaje) y todavía estoy cariacontecido con ese final que se ha atrevido a rodar Darabont. Un colofón cojonudo para la historia y al que sólo le he echado una cosa en falta para dejarnos con las tripas más revueltas: ver un autobús pasando por allí con los "acólitos" de la fanática. Para desencajarnos del todo.

Una película de horror completamente subversiva.