viernes, 7 de marzo de 2008

V Muestra de Cine Fantástico, primer día


Uno está por creer en aquel viejo mito sobre Internet como vía de la fraternidad y colaboración universal entre las personas. Como ejemplo personal, podría mencionar que jamás me habría enterado de las fechas en que se celebró la Muestra de Cine Fantástico de Madrid del año 2007 de no mediar el blog de una persona con quien quedé en muy malos términos en el terreno personal, pero cuyas entradas seguía leyendo de vez en cuando.

Gracias a ello, tengo ya muy presente cuándo puedo esperar nuevas ediciones, y así es como me presenté anoche en la sala grande del cine Palafox, la de la pantalla enorme y torcida, para dar rienda suelta a unas pasiones juveniles que en mi pantalla doméstica no viven grandes momentos, y de paso para comprobar que me conservo bastante mejor que la mayoría de los frikis que frisan la cuarentena. Tengo bastante menor perímetro abdominal, el rostro afeitado, menos canas y un aire juvenil que engaña.

La primera de las pelis que he visto, "Rebobine por favor", nuevo asalto seudo indie del francés Michel Gondry, podía resultar estomagante por el protagonismo desmelenado de Jack Black y una complacencia en el humor friki que echará para atrás a mucha gente seria, pero al margen de los gags conscientemente casposos (como no puede ser de otra manera en una historia que narra cómo los dependientes de un videoclub VHS, al ver borradas por accidente todas sus cintas, se dedican a rodar remakes caseros con su videocámara para a continuación alquilarlos), hay las suficientes dosis de buen rollito y la suficiente pretenciosidad conceptual para que un servidor salga satisfecho.

Esa apelación al orgullo de los perdedores (se trata de salvar un viejo edificio de una barriada pobre con mayoría de población negra), la creatividad lo-fi de las recreaciones (atentos a las nuevas versiones de "2001" o "El Rey León") y la recuperación nostálgica del espíritu comunitario y cercano del viejo cine, en las antípodas de los canales de distribución despersonalizados de ahora, se complementa con una cierta mala baba a la hora de anatomizar la manera en que tanto el gusto del espectador como la técnica cinematográfica caen en picado ante los embates de la promoción y los estándares de lo cool, que vienen a ser un poco la misma cosa.

Un detalle como llamar a las casposas recreaciones de Jerry y Mike "películas suecadas" no supone sino un guiño al cine danés del "Dogma 95", pioneros en vender casposidad como arte auténtico y espontáneo, temible ola que ya va entrando en el cine comercial (véanse "Rec" o "Monstruoso") y que la película, con humor entre afable y malvado, ve aceptada por primera vez por una descerebrada pandilla adolescente. Por otro lado, Jerry convence a Mike de lo factible de alquilar al personaje de Mia Farrow el remake rústico de "Los cazafantasmas" argumentando que la pobre mujer no habría visto una película de ciencia ficción en su vida. Uno no puede evitar imaginarse a algún pez gordo de las majors esgrimiendo también el desconocimiento del público a la hora de vender alguna cutrez con sello oficial, porque, pese al acceso ilimitado a la historia del cine que ofrece la red, ese desconocimiento es del todo real.

Pero en fin, algo de verdad habrá en la cercanía y la autenticidad de lo casposo, nos dice Gondry, o si no veamos el documental, más apócrifo que cualquier relato de "Vidas imaginarias" de Marcel Schwob, que ruedan los ciudadanos de Passaic sobre la vida del músico de jazz Fats Waller. El cariño que subyace a esas filmaciones pobretonas, caseras y creativas, los rostros de los participantes al ver su obra proyectada sobre una manta colgada del escaparate del videoclub a punto de ser demolido por falta de pago, transmiten todo lo que se ha perdido en el celuloide de estos últimos años y algunos seguirán echando de menos.

Y por cierto, quiero ser el primero en recordar que Fats Waller tocaba en la banda sonora de "Cabeza borradora".

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