viernes, 26 de junio de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XXV)


En un bareto de mala muerte, Buster, el suicida amigo de la suicida Ada, cuenta a ésta su deprimente vida. Rico de nacimiento, las circunstancias le han impedido siempre disfrutar de la existencia. De pequeño, un accidente con un lujoso encendedor, regalo del sultán de Brunei, le privó del sentido del gusto. En su adolescencia, una repulsiva erupción cutánea le privó de iniciarse en el sexo, y, en su edad adulta, sus experiemcias con prostitutas de lujo le enseñaron que nunca sería capaz de experimentar un verdadero clímax sexual. Incapaz también de sentir apasionamiento alguno, positivo o negativo, Buster se aburre tanto que su intención es probar suerte en la otra vida. Ada, que en los últimos tiempos ha hecho felices a centenares de hombres y mujeres, se pregunta si Buster, quien ahora saca un catálogo de armas y discute los pros y contras de cada una cara a la autoinmolación, sería de veras impermeable a las artes placenteras de una real hembra como ella.

En el Castillo de Mármol, Pamela y Takeshi han sido separados. Mientras Takeshi es confinado en una mazmorra que comparte con un ser verde y viscoso aficionado a decorar las mal iluminadas paredes con murales apocalípticos y a comer ratas crudas, Pamela es prácticamente desvestida y obligada a permanecer de continuo junto al Andrógino, gobernante de la fortaleza, quien la observa y escudriña hora tras hora, sin siquiera tocarla, apenas murmurando breves frases en su extraña lengua.

Mientras tanto, en la puerta del bar La Torre, Boris se pregunta si entrar o no entrar, pues no se cree preparado para enfrentarse a su padre, desaparecido hacía años, y a su mayor enemigo, a quien creía haber asesinado un siglo y pico atrás. Pasan los minutos.

En la nube mullida de su primera dosis de heroína, Carla es violada, repetidamente y por turnos, por Ramón y Flowers. En semejante situación, ella obtiene su primera imagen poética, verdaderamente convincente, del Absoluto.

(Continuará)

viernes, 19 de junio de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XXIV)


La investigación sobre los crímenes en torno a “Casa Usher” se halla paralizada por falta de pruebas, y mucho más desde que Pedro Arteaga ha abandonado sus pesquisas, obsesionado por el recuerdo de su ingeniera muerta y por la gloria súbitamente a su alcance, mientras improvisa sin parar al piano en un estilo atonal que nunca había sido el suyo.

Vera Bach tiene el sueño más erótico de su vida, siendo incluso consciente de la humedad entre sus piernas. El incontenible orgasmo la despierta... para topar con la mirada, pegada a sus ojos, del chimpancé Bungle. Vera chilla, no se sabe si de susto o de placer.

En una sórdida habitación de hotel, Orlando e Irina se aparean sin prisas y sin necesitar anticonceptivos, con la televisión puesta, cuando de repente es emitido el último videoclip de Jason Michael, su versión de “Bungle in the jungle”, lo cual motiva que ella aparte y saque de su cuerpo de malos modos a él, aún lejos de la eyaculación, suba el volumen del aparato hasta provocar protestas vecinales, y apunte a la pantalla con sus dos pistolas. Visto el panorama, Orlando decide terminar él solito.

Papa Vendredi, cubierto de una pelliza, rastrea al estilo zahorí los paisajes nevados frecuentados últimamente por Takeshi y Pamela.

El verdadero inspector Tanner recibe la visita de Monseñor de Soto. Este le otorga su pésame, puesto que le anuncia su próxima muerte violenta, pero a la vez lo felicita por ser el progenitor de toda una nueva generación iluminada. Pero Tanner piensa en Ada y apenas escucha.

Carla huye como puede de Flowers y su musculoso asistente Ramón, sin que ninguno de los numerosos transeúntes mueva un dedo por socorrerla. De improviso, un callejón sin salida le bloquea el paso.

(Continuará)

miércoles, 17 de junio de 2009

Hugh Hopper (1945-2009)


El año pasado se me afeó un tanto no prestar atención alguna al fallecimiento de Richard Wright, el teclista de Pink Floyd. Llamadlo elitismo, pero considero que el único grupo de rock sinfónico relativamente respetado en la corriente principal del rock (tanto es así que no es raro encontrar a rockeros puristas que los tienen en el panteón junto a los mismísimos Who y gente por el estilo) no necesita mi apoyo y defensa.

En cambio, me sabe mal no dedicar siquiera un recuerdo a Hugh Hopper, bajista de Soft Machine, grupo por el que he sentido siempre bastante cariño, sobre todo en su primera etapa de psicodelia con pretensiones, aunque su etapa posterior, como ejemplo preclaro del “jazz fusión de ojos azules” que floreció como hongos en el entorno del sonido de Canterbury, también tenía su aquél: como instrumentistas no les llegaban ni a la uña del meñique a los Weather Report o Return to Forever de turno, pero lo compensaban con una sensibilidad europea, un sentido del nonsense y la ironía entre lo ingenioso y lo infantiloide, y un ligero conocimiento de lo que se coció en la música clásica durante la primera mitad del siglo XX (lo cual les diferenció de la mayor parte del rock sinfónico, anclada, para lo bueno y para lo malo, en Liszt).

En fin, atmósferas de ruidismo lisérgico, compases de amalgama, distorsión sucia en los ritmos, improvisaciones sin límite de tiempo, y un peregrinar musical por un sinfín de grupos fusioneros británicos de aquellos cuyos vinilos coleccionaba el típico colega intelectual y sibarita de tu hermano mayor dejándose la mitad de su sueldo. Algunos dirán que es música rancia y pasada de moda, con aquellos flatulentos sintetizadores Moog del Pleistoceno y aquellas ganas de quedar moderno invocando a Alfred Jarry o William Burroughs, pero el mundo gira y hoy oyes en mucho tecno las huellas del trance sonoro de aquellos grupos, y no es raro ver a cada vez más músicos de jazz jugando con maquinitas y resucitando fusiones de antaño aprovechando que el horizonte musical de muchos no se remonta más allá de 1977.

O sea que hiciste bien, Hugh. A los demás, si os parece que “Facelift”, del “Third”, no ha empezado aún a los siete minutos, escuchaos el “Volume two”, que es un poco lo mismo pero con canciones. Si sois capaces de descifrar lo que dice Robert Wyatt cuando canta en español, os regalo una cutre-edición en DVD de “El ataque de los muertos sin ojos” de Amando de Ossorio.

viernes, 12 de junio de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XXIII)


Tobías es un niño gordo, tímido y amable torturado a menudo con pinzas, clavos, mecheros y cerillas por varios de sus compañeros durante los recreos, y que en casa se consuela hablando de filosofía con su gato Fritz, que pone cara de comprenderlo todo. Por mucho que sus padres intenten convencerlo, Tobías no quiere ser el nuevo Führer. Bastante tiene con el uniforme del colegio, que siempre se le mancha y arruga, como para encima empezar a llevar otro, y además con una araña como símbolo (Tobías detesta las arañas). Sus padres, obreros comunistas seducidos por las promesas de gloria del insidioso Geller Bach, pintan con vivos colores la futura revancha de Tobías contra sus torturadores escolares... Los ojos de Tobías centellean un momento, y Fritz lo mira con desaprobación.

En el curso de su periplo nevado, Takeshi y Pamela son apresados por un destacamento de caballería y conducidos al Castillo de Mármol, donde los guardias y sirvientes son sin excepción deformes, contrahechos y con facciones animales, y el gobernante que los recibe es un bellísimo adolescente... perdón, una bellísima adolescente... no, un bellísimo adolescente... etc. Pamela siente miedo y se abraza al maltrecho Takeshi, quien se siente aún más maltrecho en su dignidad.

En la cima del edificio más alto de Ciudad Centro, Ada conoce a Buster, otro aspirante a suicida, y ambos olvidan su idea hablándose de sus problemas y planean ayudarse a hacerlo.

Boris, buscando a Carla, da de improviso con La Torre, un bar gótico. Asomado al mostrador, distingue, platicando animadamente, a ¡su padre! Y a ¡Franz von Waldberg!

(Continuará)

jueves, 4 de junio de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XXII)


En el garaje de la mansión Valli, Vernon saca del coche las nuevas plantas para el jardín, repleto de exóticos lagartos y vegetales carnívoros, que cuida y mantiene con mimo el mayordomo. Vera Bach, machete en mano, va acercándose a él con aviesas intenciones. Dispuesta a decapitarlo mientras se encuentra inclinado sobre una prímula, Vera impone a la hoja mortífera una trayectoria parabólica cercenadora, pero ésta abandona por propia voluntad su mango y viene a incrustarse en un rarísimo lagarto de las islas Maldivas. Vernon, consciente del peligro al que estuvo expuesto, reacciona de un modo inesperado en su edad, asestando a Vera un formidable puñetazo que la tumba en el suelo, levantándole la falda y desgarrándole las bragas con satisfactorio sonido. Pero Vernon es un caballero y renuncia a la innoble idea de violarla. En lugar de ello, la esposa y conduce en brazos por un pasadizo secreto, deteniéndose en más de una ocasión para palpar un cuerpo tan joven y tentador. A dónde la lleva, quién lo sabe.

En uno de sus múltiples refugios criminales, Orlando tiene dos motivos de preocupación: 1) Por qué Irina, pese a su vivaz intelecto de cara al delito, la violencia y la fuga, continúa siendo incapaz de proferir lenguaje articulado alguno, y 2) Qué hacer ahora que ella, de acuerdo a todos los indicios, se encuentra embarazada.

El falso inspector Tanner, héroe nacional tras frustrar en persona y sin ayuda el asesinato del Rey por una desquiciada admiradora de Jason Michael, recibe plácemes oficiales y una promesa de conocer a Quienes Realmente Mandan. Una lengua bífida recorre satisfecha unos colmillos afilados.

Fingiendo acquiescencia con los turbios designios de Flowers, Carla se infiltra entre las prostitutas de Ciudad Centro, tratando de inculcarles unos valores vitales más sanos, pero ella habla alemán y las chicas son en su mayoría yonquis con el mono. Carla es de las que se rinden pronto, con lo cual abandona la tarea y el barrio. No sabe que Flowers la sigue para retenerla y engancharla a la heroína, no sabe que Boris está a punto de tener un asombroso encuentro en las cercanías y no podrá ayudarlo.

(Continuará)