sábado, 5 de diciembre de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XLVIII)


En la escalera de la Central de Placer de Flowers tiene lugar un sangriento tiroteo. Malou y sus hombres, llegados para apresar al jefe de todo aquello, han de vérselas con las Protectoras, devotas de Flowers demasiado masculinas y desprovistas de pecho para adaptarse a los gustos convencionales de la clientela, pero habilísimas con pistola y arma blanca. A punto de emprender la huida por una salida trasera, Flowers se lleva el manuscrito de Carla, sin reparar en una sombra furtiva deslizándose tras sus pasos.

Presas de un extraño presentimiento, o de una excitación sexual apocalíptica, qué más da, Carla y Buster hacen el amor por última vez, vertiginosamente. Ramón fuerza la puerta de una patada, pero no se anima a disparar sobre los amantes, antes bien, cruza su mirada con la de Carla, de frente a él, y asiente despacio. Esperará. Llegado Buster al orgasmo, y no Carla, pues tal es el triste sino de la mujer, el antiguo suicida se dispone, aún desnudo, a defender su vida con ayuda de un ridículo taburete; no obstante, una bala de Ramón lo abate, sus ojos aún fijos en los de Carla, que llora como haría cualquier prostituta decente al perder un cliente como él. Sus lágrimas resbalan sobre sus pechos.

A punto de abordar el avión hacia Marruecos, Monseñor de Soto reconoce en el logotipo de una multinacional, omnipresente en el aeropuerto, un inmemorial grafismo mágico que lo saca de su trance y lo devuelve a la plena consciencia de sus deberes y obligaciones. Mientras emprende su regreso hacia el Santuario, donde siente que un peligro lo aguarda, de Soto se cruza con alguien que no conoce, Flowers, quien, deseoso de poner tierra de por medio, ha comprado un pasaje para el lugar más lejano y exótico que se le ocurre, esa isla de Raratonga de la que tanto hablaban sus pupilas.

(Continuará)

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