domingo, 7 de marzo de 2010

To the lighthouse


Las imágenes ya no son lo que eran. Uno hubiese imaginado que un faro, por su propia naturaleza, era un símbolo ideal para la iluminación en mitad de un mundo sin referencias visuales, para la orientación en medio de un universo hostil, pero he aquí que, en dos películas de reciente estreno, ha venido a representar el mismísimo corazón de las tinieblas.

En “Shutter Island” es un foco de experimentos siniestros y tortura en mitad de un decorado ya de por sí amenazador y tormentoso, aunque, a la postre, venga a significar un olvido que se acoge con alivio si lo comparamos a otras opciones.

En “The lovely bones”, es el elemento discordante en un paisaje luminoso e ingenuo, porque aloja la memoria reprimida de un acto monstruoso, e incluso el lastre terrenal que impide acceder a un mundo mejor.

Dicho esto, cabe admitir que, en cierto sentido, el simbolismo de estas películas tampoco ha cambiado tanto en lo esencial: en ambos casos, la torre cilíndrica viene asociada a una violencia invasora, violadora del cuerpo o de la mente. Freud estaría orgulloso.

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