domingo, 12 de septiembre de 2010

"Finch" de Jeff VanderMeer


Ahora que parece claro que la vertiente “literaria” de la narrativa fantástica ha perdido terreno ante el tolkienismo reciclado y los injertos entre terror y novela rosa, algunos de los caminos emprendidos por sus jefes de fila nos dejan con la incógnita de si se trata de huidas hacia adelante o de arriesgados nuevos experimentos. Así, China Miéville reinventa el thriller de espionaje y guerra fría en “The city & the city”, produciendo su obra más disciplinada y concisa en mucho tiempo, aunque a veces se eche de menos su proverbial pérdida de control cuando le daba por lo visceral y monstruoso.

Que Jeff VanderMeer, para cerrar su trilogía de Ambargrís, recurra a los modos de la novela negra, a la sequedad verbal, la violencia borde y las motivaciones ambiguas, parece demasiado casual, toda vez que, precisamente, una de las señas de identidad de aquel (inexistente) movimiento que se dio en llamar “New Weird” era precisamente la exuberancia lingüística, un estilo florido y decadente muy “fin de siglo”. No quisiera ver en tal giro una claudicación a las nociones adocenadas de lo que se considera “buena escritura”; uno preferiría creer que, en las novelas precedentes del ciclo, la ciudad de Ambargris ha cobrado tal grado de realidad que no son ya necesarios los efectos especiales para hacer sentir su extrañeza, o que cada historia necesita su estilo, su punto de vista, y el desafío consiste en hacer más patente lo irreal a base de observarlo con una lente objetiva, en lugar de tomar el camino más fácil del subjetivismo de un narrador poco fiable que teóricamente podría estar convirtiendo en fantástica la realidad más cotidiana.

“Finch” continúa la historia de Ambargrís casi un siglo después de “Shriek: An afterword”, durante la ocupación de la ciudad por unos “gorras grises” alzados en rebelión después de sus años como una presencia misteriosa y subterránea envuelta en rumores y leyendas. El detective John Finch, que trabaja para las fuerzas ocupantes, ha de investigar el enigmático asesinato de un hombre y un gorra gris cuyos cadáveres han sido hallados juntos en un apartamento. A medida que va desentrañando una enrevesada trama de espionaje, revueltas políticas, hongos que surgen de los muertos y cuyo consumo hace revivir sus últimas experiencias, traiciones amorosas, portales entre dimensiones y personajes históricos que regresan de entre los muertos, Finch rememorará el pasado que mantiene oculto bajo una falsa fachada y tratará infructuosamente de salvar a su compañero Wyte, antiguo camarada de la guerra civil entre corporaciones, que vive las últimas etapas de una invasión por hongos que va convirtiéndole en un ser monstruoso. Al final, los hechos espectaculares que cambiarán la historia de la ciudad ocuparán casi un segundo plano con respecto a los cambios que se operan en el propio protagonista, manipulado por fuerzas más allá de su control.

Un servidor, acostumbrado a la compleja brillantez de “City of saints and madmen” y “Shriek”, se mostró bastante perplejo en un inicio ante una novela de iconografía surreal y casi alucinógena (no en balde los gorras grises difunden esporas psicotrópicas por el aire de la ciudad para mantener a la población feliz e inofensiva) contada mediante la prosa entrecortada y llena de elipsis del último Cormac McCarthy (aunque sin los alardes de léxico rebuscado que me hacen dudar de la humildad de su presunta economía). VanderMeer parece querer alejarse de un tipo de pulp, el de Lovecraft, para acercarse al de Hammett, pero sin que perdamos nunca de vista a Lovecraft y su sentido de amanaza cósmica, y sin que el lector tenga nunca la impresión de estar ante un vulgar pastiche semiparódico. Quizá resulte más fácil aplaudir a nivel de frase con las entregas anteriores del ciclo, pero hay que reconocer que “Finch” es una novela difícil de llevar a cabo por la cantidad de elementos dispares que había que combinar sin tocar notas falsas, por ofrecer una peculiar síntesis de crónica novelada, intriga detectivesca y ciencia ficción, por mantener un complejo equilibrio entre acción e introspección, sordidez y onirismo, construcción cerebral y emoción soterrada.

Lo único que tal vez le reprocharía a Jeff en este libro es explicar demasiadas cosas; eran precisamente los misterios sin resolver los que daban a “City of saints…” gran parte de su atractivo ominoso. Sacar a la luz los enigmas centenarios de Ambargrís parece anunciar el fin de un ciclo, pasar gradualmente de la leyenda a la realidad mundana como hizo M. John Harrison en “Viriconium”. La forma detectivesca parece, pues, adecuarse a la idea subyacente, para descubrir ciencia ficción debajo de la fantasía, para dejar ambas atrás en el curso del río que fluye lejos de Ambargrís hacia un destino desconocido. Pero uno se queda con ganas de volver, de saber qué tipo de realidad surge del nuevo orden y de experimentarla a través de una nueva óptica, de un nuevo estilo. Quizá fuese tiempo de saber cómo evolucionaría aquel Ambargrís de aroma decimonónico hacia su análogo del siglo XXI. O quizá sea imposible saberlo porque hemos estado todo el tiempo allí.

3 comentarios:

Tamara dijo...

encantada de leer algo sobre jeff vandermeer por aquí, TAN incomprensiblemente POCO traducido en castellano... enhorabuena por el blog! te linkeo, con tu permiso...

Admin dijo...

Sí... abuelo Igor... vuelves con Vandermeer, malas costumbres, ¿qué será lo siguiente, hablar de Gene wolfe, de Freffey Ford, de Angela Carter? Mal vamos, todo esto no va a interesar al ministerio de cultura ejpañola...

Visitame en:
http://cfebook.blogspot.com/

Abuelo Igor dijo...

Ni al ministerio, ni al fandom...