domingo, 22 de marzo de 2015

XII Muestra SyFy, capítulo I: Androides reciclados


Lo malo de hacer una película de CF con vocación de blockbuster es que el repertorio de argumentos tiende a ser limitado y se confía mucho en la combinatoria. Por otro lado, lo malo de hacer tu entrada en la gran industria con una película considerada original y rompedora es que te arriesgas a repetir la fórmula y dar a entender que tu debut no era tan original como parecía.


“Chappie” recicla sin demasiados complejos elementos de “Cortocircuito” (aquel émulo robótico de E.T. que era educado en familia) dentro de un marco muy similar a “Robocop” (una fuerza policial compuesta de androides, con uno en concreto dedicado a la artillería pesada que aparece aquí muy modificado pero reconocible). Querer macarrizar el primer elemento, haciendo que la formación corra a cargo de una pareja de maleantes necesitados de dinero rápido, supone un toque de originalidad muy superficial (más original es utilizar a dos raperos muy populares en Sudáfrica, Ninja y Yo-Landi, haciendo de sí mismos, para ironizar sobre la mala influencia de los medios de masas) , mientras que en el segundo referente se pierde la acidez de la referencia de Verhoeven al poner los intereses corporativos en manos de dos personajes tan poco interesantes como los que les caen en suerte a Hugh Jackman y Sigourney Weaver.


Esta y otras debilidades del guión (nunca me queda claro, por ejemplo, por qué Dev Patel deja su creación en manos de los maleantes y no acude en busca de ninguna ayuda, a no ser porque de esa manera la historia que se quiere contar no sucedería) dejan un poco las costuras al descubierto: la historia debe ser un pretexto para hacer una entretenida peli de acción con buen ritmo, insertando buenas animaciones CGI bien conjuntadas con la imagen real (hago memoria sin Google: ¿no hizo Blomkamp su primer renombre con un anuncio de un robot futbolista o algo así?), dando un cierto toque marginal y reivindicativo y jugando de pasada con una serie de grandes temas por fuerza tratados de forma epidérmica (todavía espero en cine un equivalente del satírico bildungsroman cibernético que fue el díptico “Roderick” de John Sladek). 


La facilidad con que Chappie capta el holograma de la consciencia de una persona, para transplantarla de una memoria orgánica a otra de sílice, es un elemento gratuito en el tipo de relato en el que estamos, pero es sintomático de la película como producto: la estructura mecánica de la acción y los efectos especiales recibe almas prestadas sin verdadera entidad, pero al menos funciona con soltura. Otra cosa es que la odisea del robot marginado en los bidonvilles de Soweto (perennes con o sin apartheid) recuerde tanto, en lo general si no en lo particular, a la del policía hibridizado con alienígena de “District 9”.

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