sábado, 28 de noviembre de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XLVII)


Boris Valli, como abstraído de sí mismo, reserva un pasaje para la isla de Raratonga, sobre la cual se difunden tan extraños rumores y noticias. Se dice que la creación ha vuelto a comenzar allí, que ningún visitante desea por nada del mundo volver al lugar de donde vino.

Franz, por su parte, ha permanecido en el Santuario, y arma en mano obliga a un Miliciano Arácnido a conducirlo hasta Monseñor. Este no se encuentra en su aposento, de modo que Franz mata al miliciano, se sienta en un sillón Luis XV y espera.

Monseñor se encuentra en la comisaría, donde trata de convencer al falso, y ahora único, Tanner de retomar su misión maligna. Tanner se niega, obnubila mágicamente la visión de de Soto y lo envía bajo sugestión hacia el Sáhara, a fin de ganar tiempo y pensar en cómo conservar a Berta, que sigue tecleando feliz e ignorante sus informes pornográficos.

Pedro Arteaga, tras enterrar a Moshé, llevar flores a su Ingeniera muerta, y besar sin ser visto los labios de Bárbara, única parte del cuerpo que sobresale de su vendaje, se dispone en su salón a efectuar la inversión melódica de la partitura manuscrita en su poder, que lo pondrá frente a frente con toda una leyenda del mal y el arte: el príncipe Bufalino de Mantua. Apenas extinguidas las vibraciones, comprendemos que el rostro que se condensa de las tinieblas, tras cinco siglos de viajes temporales, se corresponde con el de Bertrand Valli.

(Continuará)

sábado, 21 de noviembre de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XLVI)


Pedro Arteaga, sumido en la quietud nocturna de su destartalado chalecito, prosigue, con la ayuda de su piano vertical desafinado, la composición de su ópera “Bárbara entre las llamas”, sobre libreto propio. En mitad de la escena tercera, situada en la habitación de Bárbara, donde ésta fantasea acerca de un Jesucristo extraterrestre de piel fucsia, pronto confundido en su mente con un ídolo de quinceañeras claramente inspirado en el difunto Jason Michael, y termina masturbándose en una atmósfera de misterioso ensueño, Pedro se da cuenta de dos cosas: 1) Que tanto el sistema tonal como el Niño con Peluca, que tanta fortuna y gloria le prometió, han quedado bastante atrás, y 2) Que se oyen los pasos de un intruso en su abandonado jardín. Pedro carga su browning y sale fuera, para encontrarse con un Moshé Shalom moribundo, demacrado, desangrado. “Ella... era Lilith, delira Moshé, y muere en brazos de Pedro, quien toma de sus manos la partitura sustraída en el domicilio de Geller Bach. Durante tres horas, su mirada fija en el papel pautado, Pedro Arteaga se olvida de todo: de llamar a la policía, de Bárbara, de Casto, de la Ingeniera de Sonido, del orden de los sostenidos y los bemoles, del cielo y de la tierra.

Carla von Waldberg, más dorgadicta, más viciosa, más generosa y más irresistible que nunca, advierte que su librito de poemas falta del abrigo de piel. Airada ante lo que considera la pérdida de cuanto más estima, Carla corre a reprender a su amo y señor, Flowers, al dormitorio donde éste adiestra a una neófita caracterizada de monja. Herido en su orgullo profesional, Flowers propina a Carla una soberana y concienzuda paliza, cuidando de no dejar marcas que espanten a posibles clientes. De vuelta a su aposento, una llorosa Carla halla, sentado en el lecho, a Buster, que por fin ha reunido el coraje necesario para vivir. En plena crisis emocional, Carla accede a huir y establecerse con Buster, sin saber que Ramón lo ha visto entrar y se dispone a cumplir la orden dada por Flowers de eliminarlo, al tiempo que Malou, comandando una misión policial, sube las escaleras del inmueble portando una orden de detención contra el notorio proxeneta.

(Continuará)

sábado, 14 de noviembre de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XLV)


Takeshi, deprimido al no hallar por ninguna parte a Pamela, muerta o viva, abandona a pie el Castillo de Mármol, donde Ops, alojado en el cuerpo del Andrógino, cuyo sudor y otros fluidos corporales ostentan ahora una leve tonalidad verde, ha restablecido el orden a sangre y fuego. Además, el gobernante ha encontrado un modo muy sencilo de otorgar continuidad a su estirpe, tan sencillo que ya el vientre regio se dilata tiernamente bajo la púrpura. A Takeshi le importan poco los reyes, sus miserias o sus grandezas; la muchacha situada bajo su cargo por el destino ha desaparecido. Para alguien como él, esa es la mator deshonra del mundo. Sobre su cabeza, las deidades vengativas y caprichosas ríen, deciden que por ahora dejarán en paz a este monigote y se concentran en otras diversiones, por ejemplo, desencadenar huracanes sobre América Central. Errando, Takeshi llega a su mundo. Llegado a su exigua pensión, aprenderá por la prensa el asesinato de Jason Michael, se duchará, comerá lo mínimo y escuchará en su contestador un mensaje cifrado con un nuevo encargo. Takeshi no conoce la voz, pero nosotros, por el acento alemán, podemos colegir que se trata de Werner Wehrmacht.

Cara a cara con Monseñor de Soto en su Santuario, Boris Valli rememora las últimas palabras del verdadero inspector Tanner, “Besa los pezones a tu tía Ada de mi parte”, evocando también la imagen de su padre, Bertrand, recibiendo un balazo justo en el lugar del pecho donde siempre había experimentado atroces dolores, y desapareciendo acto seguido. Boris es despojado de sus ropas y convertido en el centro de un ritual en donde varias acólitas, también desnudas y muy embarazadas, operan sexualmente sobre él. Por vez primera, Boris se deja llevar sin mostrar repugnancia alguna hacia el sexo. No así Franz, que acecha.

(Continuará)

sábado, 7 de noviembre de 2009

Flashback: Loco por tus huesos (Capítulo XLIV)


Moshé Shalom no puede creer lo que ve frente a él: su médico torturador del campo de concentración, en el cuarto adyacente, visible a través de un cristal, y que no es sino un laboratorio; su discípula aventajada y ex amante sadomasoquista, Ilsa, quien no ha envejecido un solo día, siendo estrangulada por un chimpancé. La tentación de dejar morir a la valkiria sabia es demasiado intensa, sobre todo tras dejar a Vernon sin sentido de un culatazo, pero Moshé debe saber, y además los viejos amores, sobre todo sin son tortuosos y sórdidos, tardan en morir. Así pues, dispara contra Bungle, que cae herido en un brazo y rebota contra la pared del fondo. Moshé se inclina junto a Ilsa, que sangra mucho por el cuello, y pese a la dureza de la situación la acaricia como a una amante y deposita un beso tembloroso y febril en sus labios. Abandonado a sus emociones, Moshé no repara en cómo Vera se zafa de sus ligaduras, aflojadas previamente por Bungle, ni en cómo los dientes de Ilsa hallan su yugular y muerden profundamente. A medida que Ilsa sorbe los borbotones de sangre de Moshé, sus heridas del cuello sanan y desaparecen, así como las nimias señales de la edad que pudiesen quedarle. Vera, con Bungle en brazos, abandona su idea original de asesinar a Vernon y en lugar de ello decide huir, impresionada a su pesar por lo que ve: Ilsa, de los treinta años que aparentaba en un principio, ha pasado, en el curso de su depredación de Moshé, a adoptar un aspecto de quinceañera.

(Continuará)