lunes, 10 de noviembre de 2008

Compositores: Silvestre Revueltas


Viendo hace unos años de estreno la película “Sin City”, me encontré con que la música de fondo durante el clímax de tensión y violencia me resultaba harto familiar. Esas percusiones étnicas, ese compás de 7/8, esa ominosa tuba... ¡Era “Sensemayá” de Silvestre Revueltas! Alguien debió de decirle a Robert Rodríguez que había por ahí un compositor mexicano del siglo XX con una obra muy poderosa y espectacular, y la decisión fue utilizar su música del modo utilitario corriente en los cineastas, explotando el carácter amenazador, el ritmo obsesivo y las disonancias agresivas como un ingrediente más en una receta para producir nerviosismo y sensación. Claro está que a algunos aficionados a la música tal vez les pasara como a mí: sorprendido por la inclusión de una pieza tan poco conocida por el público en general, me dediqué a seguir su curso sonoro y ello me distanció de la acción en la pantalla, cuyos sucesos, de todos modos, ya conocía por mi familiaridad con los tebeos de Frank Miller.

Es el dilema de la música cinematográfica: si tiene demasiados valores compositivos, distrae de la narración. Tal vez por eso quienes componen para la pantalla se basan en tres o cuatro tópicos probados y las partituras terminan siendo intercambiables de una película a otra. Pero es curioso que Revueltas volviera a la palestra en una banda sonora de cine, habida cuenta de su relación con el medio que cristalizó primero en el documental “Redes” y después en uno de sus últimos trabajos, que, reelaborado tras su muerte a los 40 años, se convertiría en su única “sinfonía”, “La noche de los mayas”.

La definición más fácil de Revueltas es “el Stravinsky mexicano”, teniendo en cuenta las etapas más agresivas y ácidas del ruso, sin desdeñar unas gotas de Edgar Varèse, teniendo en cuenta su uso masivo de la percusión y de los metales en intervalos chirriantes muy parecidos a los del franco-estadounidense (aunque Revueltas ya era un veinteañero cuando Varèse estrenaba en Nueva York, y dudo que la música de éste tuviese mucha difusión entonces). El elemento folklórico también es muy fuerte, aunque con una fuerte dosis de humor y sarcasmo, como en “Caminos” o “Janitzio”, donde melodías típicas de mariachi se ven interrumpidas y fragmentadas de mil y un maneras sorprendentes, o en “Ocho por radio” o la pantomima “El renacuajo paseador”, algo así como los equivalentes charros de la “Historia del soldado” del bueno de Igor.

Revueltas es un compositor vital, original pese a sus obvias influencias, refrescante en su falta de alta retórica y en su constante humor, capaz del mayor lirismo (ese solo de saxo soprano en “Itinerarios”) y de la más cataclísmica ferocidad (esas variaciones para percusión y orquesta que cierran “La noche de los mayas”), a la par que de un cultivo de lo popular al borde de lo infantil pero siempre con elementos discordantes que, en la mejor tradición mexicana, parecen celebrar la muerte de manera festiva (“Homenaje a Federico García Lorca”). Estaría bien pensar que Robert Rodríguez redescubrió para las masas, sin proponérselo, a este fascinante autor musical, pero no apostaría mi dinero a ello: dudo que la mayorìa se quedara con algo más que con una castración practicada a manos desnudas.

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