miércoles, 30 de diciembre de 2009

"Rojo oscuro" en la Filmoteca


Sería un buen modo de cerrar el círculo iniciado hace dos años y medio, de poner fin simétrico a una trayectoria bloguera que no viene dando demasiados frutos. Estaría bien interrumpir el serial antes del último capítulo y dejar a alguno de mis cinco seguidores con las ganas. Se estudiará, pero mientras tanto me apetece pasar un breve rato reflexionando sobre una cuestión que me interesa bastante: la del canon de películas favoritas de cada uno y cómo llegan allí obras que en ocasiones pueden estar bien lejanas de lo que se entiende como "buen cine". A mí me trae al pairo que pueda haber un par de centenares, o de millares, de pelis mejores que “Rojo oscuro”; ser consciente de tal hecho no merma mi consideración del quinto film de Dario Argento como mi Película Favorita de Todos los Tiempos. ¿Posibles explicaciones?

a) Allá por los primeros años 90, captada al azar en una de las emisiones en pruebas de Telecinco, fue una de mis primeras revelaciones de ese Otro Cine que existía al margen de los clásicos reconocidos, que dejaba un poco de lado consideraciones accesorias como el buen gusto y los buenos modales y que se comunicaba a un nivel más visceral, más profundo y más extraño que el cine “normal”. Es una de las raras ocasiones en las que te es dado descubrir otro mundo, en esas atmósferas malsanas, en esa música imposible pero carismática de Goblin, en esas hiperbólicas secuencias de asesinatos. Lo que nadie me dijo entonces sería la cantidad de basura audiovisual que sería capaz de tragarme en busca de nuevas entradas a ese mundo y que dejaría secuelas permanentes en mi cerebro. Pero lo hecho, hecho está.

b) Llevando el tema a un nivel seudo freudiano, y dando por supuesto que la mayoría de los que puedan leerme ha visto la película, podría fingir sinceridad diciendo que me gratifica la venganza simbólica sobre el poder represor y castrador de una madre puesta en escena a lo largo de las dos horas de metraje. La peli de Argento sería una especie de acto de psicomagia a lo Jodorowsky: ya que jamás vas a matar a tu madre en la vida real, horrorizarte viendo cómo su collar atrapado en el mecanismo de un ascensor la decapita podría servir de catarsis liberadora. Al fin y al cabo, el trauma que la señora induce en su hijo lo lleva a una vida infeliz como alcohólico y homosexual clandestino, y a ser arrastrado por la carretera por un camión de la basura y terminar con la cabeza aplastada por un coche deportivo, todo por querer protegerla y ocultar sus crímenes. Sería poco razonable identificarse con tal historia, pero ¿un espectador tiene moral? ¿Tenemos que ser policías de nuestros propios pensamientos?

c) El descubrimiento de la versión larga de la película, frente al metraje aligerado que llevamos viendo toda la vida, añade capas de significado que antes apenas se esbozaban. Antes, la idea de fondo parecía ser una versión pulp de los enigmas de la percepción de “Blow up” de Antonioni. Ahora, viendo al mismo David Hemmings de aquella película, pero en versión más rechoncha, siendo incapaz de pronunciar la palabra “burdel” en un prólogo aparentemente innecesario, abandonando el destartalado coche de Daria Nicolodi por el techo y estando a punto de mandar a la porra toda la investigación por marcharse a España con una mujer liberada y encantadora, nos damos cuenta de que estamos ante la historia de un artista madurito, sin mucha, o sin ninguna, experiencia sexual, que desconfía de las mujeres o simplemente las teme, que ve en su amigo Carlo un reflejo distorsionado de sí mismo, que en un momento dado ha de elegir entre vivir ese amor que no conoce y conocer la verdad, y que opta por esto último, sin saber que su única manera de conocer la verdad será verla reflejada en un charco de sangre. Argento, que vivía entonces los mejores tiempos de su relación con Nicolodi, prefiere aquí que la chica se salve, abriendo también para el espectador masculino la esperanza de que quede una Gianna Brezzi para abrir tus horizontes vitales a pesar de que hayas visto demasiadas cosas que nunca habrías debido ver.

d) La importancia de la música en la película, desde el implacable riff de Fabio Pignatelli, con sus sugerencias de tenacidad y obsesión, hasta las explosiones fusioneras de bajo desbocado, piano machacón y percusiones latinas que puntúan los salvajes crímenes, pasando por el plácido blues que compone al piano Marc antes de recibir la visita amenazante del asesino, o la ingenua nana infantil que sirvió de ambientación al primer crimen traumático y que será la banda sonora previa de todos los demás. Pero hay más: el riff entre bluesero y fantasmagórico que acompaña la fascinante exploración por Marc de la casa abandonada (secuencia también ampliada en la versión larga) o la furia crimsoniana que se apodera de la banda sonora cuando el protagonista está a punto de caer de una cornisa, sin olvidar las aportaciones más clásicas pero igualmente acertadas de Giorgio Gaslini, que iba a haber firmado todos los temas de la película hasta que Nicolodi le puso a Argento el disco de un grupo de rock sinfónico llamado Cherry Five, recién rebautizado como Goblin, y el resto, como reza el tópico, ya es historia.

e) La posibilidad de seguir sacando hilos del ovillo, de descubrir nuevos detalles con significado, que no parecería a priori muy elevada tratándose de un producto en teoría comercial y explotativo, pero que triunfa por encima de, o gracias a, el aparente caos de un guión que parece construido a base de una casualidad tras otra, de excusas para construir imágenes rebuscadas o impactantes. Preguntarse por la razón de caprichos sin mucha razón narrativa pero evidentemente muy trabajados, como puede ser la representación visual de los ruidos que entorpecen la conversación telefónica entre Marc y Gianna, entretiene a menudo mucho más que el argumento, y la lista podría alargarse hasta el infinito: ¿por qué construir en medio de Turín una réplica del bar pintado en “Nighthawks” de Edward Hopper? ¿Por qué esa insistencia en un funeral judío para Helga Ullman? ¿Por qué el crimen desencadenante del trauma para Carlo es diferente en la secuencia de créditos y en el flash-back final? Argento, cuando no se pone a escribir diálogos, es un narrador más inteligente de lo que se cree, sobre todo en su especialidad, que no es otra que sembrar el desconcierto. ¿Cuántas veces habrá visto Lynch cada una de sus películas?

Podría seguir, pero ando poco inspirado. No se puede escribir la entrada definitiva sobre “Rojo oscuro” así como así. En el caso de que cerremos el círculo aquí, fue un placer. En el caso de que no, seguiré satisfaciendo el masoquismo de al menos cinco personas...

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