No marigolds in the Promised Land: There's a hole in the ground where they used to grow.
lunes, 31 de mayo de 2010
sábado, 29 de mayo de 2010
sábado, 22 de mayo de 2010
Yvonne Loriod (1924-2010)
En pos de querer crear la leyenda romántica de Olivier Messiaen, nos olvidamos un poco de la buena de Yvonne, su alumna, brazo derecho y esposa, que tomó el relevo de Claire Delbos cuando ésta sucumbió finalmente al deterioro de su tejido cerebral. Ahora a los listos les gusta ningunear las interpretaciones de Yvonne, prefiriendo a otros intérpretes con mayor pedigrí, pero lo cierto es que, incluso si sus versiones de las “Veinte miradas al niño Jesús” o las “Visiones del amén” pueden mejorarse, no me imagino que estas obras existieran siquiera sin la presencia de aquella joven pianista 16 años menor que el maestro. Son obras cálidas y humanas y se nota mucho para quién están escritas, al contrario que el posterior “Catálogo de pájaros”, que, con todas sus virtudes, parece escrito ante todo para competir en modernidad con los “Klavierstücke” de aquel gamberro alumno de composición de Olivier, Karlheinz Stockhausen. Yvonne Loriod, a quien recuerdo a punto de tropezar y caer aparatosamente al suelo cuando salió al escenario del Auditorio Nacional madrileño para tocar “Des canyons aux étoiles”, tuvo en el trabajo de su marido una influencia mayor de lo que se le suele reconocer a una esposa, y supongo que incluso a los expertos les costaría determinar dónde termina la mano de Messiaen y dónde comenza la de ella en la partitura del póstumo “Concert à quatre”. Amén de que Messiaen, enemigo de acabar con la vida de cualquier ser vivo, se resignaba a que los insectos terminaran con su jardín, y tuvo que ser la sufrida Yvonne quien matara unas cuantas hormigas voladoras por él.
jueves, 20 de mayo de 2010
Ronnie James Dio (1942-2010)
Cualquiera que sepa un mínimo de italiano sabrá que “Dio” significa Dios. Yo no llegaría a decir tanto, pero, para quienes pasamos una adolescencia ochentera escuchando la Cadena del Water madrileña y los programas de su gran admirador Suso, para quienes le oímos cantando “Neon knights” con Black Sabbath en la banda sonora de aquella entrañable serie B de animación que es “Heavy metal”, para quienes vimos gratificados nuestros precoces sentimientos antimonárquicos con su “Kill the king” junto a Rainbow, para todos los que, como un servidor, albergamos hacia el rock duro una extraña mezcla de desdén y añoranza extrema, Ronnie James Dio ocupa un lugar especial, y sentimos que con su muerte desaparece también parte de nuestra inocencia juvenil de barrio.