La discriminación por raza discurre en ambos sentidos:
recuerdo un programa radiofónico sobre jazz cuyo locutor se extrañaba de que a
un músico negro le gustase Dave Brubeck, demasiado pálido y con una formación
demasiado clásica y europea para poder pasar el filtro del exigente aficionado
blanco al jazz. Para colmo, grabó un disco con versiones de las canciones de
Disney, vaya blandengue. A mí denme a Cecil Taylor cualquier día, que es más
moreno y más rabioso.
Sin embargo, Brubeck era muy interesante, no solo por popularizar
los compases de amalgama en el jazz (aunque su tema estrella, “Take five”, era del
saxofonista Paul Desmond), sino también por experimentar con modos melódicos de
otras culturas, como los ragas indios. Como encarnación de cierto cool
sesentero, su nombre era inevitable en la letra de “New frontier” de Donald
Fagen.
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