Una de las películas de la Muestra más denostadas por el
público termina siendo una de las más interesantes. ¿Sorprende? Pues no.
Gracias a emperadores medio desnudos como Coppola y su renombre en el pasado se
coló en el cartel una peli de autor genuina, menos terror que autobiografía
camuflada (la muerte de la hija del escritor se parece a la de Giancarlo, Hall
ha caído del Olimpo al igual que Francis), con una mirada guasona a las
dificultades creativas y al acoso pesetero de los productores, que se zanja con
un final decepcionante a propósito y que por el camino depara homenajes al
fantástico clásico (y al subgénero de rebeldes moteros) con un nivel plástico
que ya hubiese querido casi cualquier otro director de la Muestra. Y con el
mismísimo Poe y un nada desdeñable aire a “Twin Peaks”.
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