Rodar películas conscientemente malas para despertar la risa
y el sentimiento de superioridad de públicos con baja autoestima, aunque se
pueda comprender desde un ángulo terapéutico, entraña a la vez una clara
pérdida de dignidad. Al mismo tiempo, dar por supuesto que el colectivo de
aficionados al cine fantástico comparte un sentido del humor adolescente
centrado en la escatología y las tetas podría tener algo de insulto para
personas amargadas como la abajo firmante. Encima, da rabia el refuerzo del estereotipo
“Japón = frikismo”, tirando de todos los tópicos orientales habidos y por
haber, incluyendo las artes marciales, sin ironizar más allá de una risa fácil,
cuando por otro lado los nipones suelen ser maestros de lo profesional y lo
pretencioso. Al menos me mantuve despierto en la sesión golfa, cosa que otras
últimas pelis de la noche no lograron.
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