Los programadores de la XII Muestra SyFy parecen tener a
veces su lado malintencionado, queriendo que el espectador se replantee sus
opiniones poniendo los visionados anteriores en un nuevo contexto. Por ejemplo:
a los que despotricasen de “Tokyo tribe”, denunciándola como frikada nipona sin
pies ni cabeza, se les dio la posibilidad de enmendar su error de juicio viendo
otra peli del mismo país, “Hunger Z” (alias “Hunger of the dead”), que la
dejaba a la altura de un cruce entre Coppola, Vincente Minnelli y… supongo que
Chang Cheh o alguno de esos.
No es momento de quejarse ahora de las pelis “caspas” de
madrugada, pues la tradición es larga. Durante un par de ediciones de la
Muestra, se cerraba la noche del viernes, o del sábado, con uno de los
terribles telefilms del canal patrocinador, comentado en directo por un “comité
de sabios” en el que descollaba Vigalondo, ese personaje hacia el que servidor
siente una cierta ambivalencia. Uno aprovechaba la coyuntura
para irse a casa un poco más temprano, sobre todo en el Callao, que le exige un
viaje de retorno más largo que el “Exodus” de Ridley, pero ahora, con la
reserva del hueco para la sesión golfa en el sentido de gamberra, uno espera
que se le dé lo que se debería ofrecer: un destilado de mal gusto inteligente,
una ida de olla tan delirante que termine situándose más allá del bien y el
mal.
Pero al final el problema siempre es el mismo: como se
tienen pocos medios, se busca ser cutre conscientemente y se alimenta el
sentido de superioridad de un público un poco frustrado al que se consuela
mostrándole que se puede ser malísimo y aun así estrenar una película en un
festival. La enésima aventurilla de zombis casposos es aderezada con un
concepto desmadrado que podría haber dado resultados curiosos (como los muertos
vivientes han terminado devorando a la mayoría de la población viva, les es
necesario a la larga criarlos en granjas para que siga habiendo nuevos vivos,
de donde surge como corolario que los prisioneros han de copular cual conejos
para mantener satisfecha el hambre zombi del título).
Iba a empezar el párrafo en plan “por desgracia, las
expectativas no se mantienen”, pero me lo he replanteado en décimas de segundo:
la idea es que no puede haber expectativas, porque en este sub-subgénero se
espera ver una película mala, con malos efectos, mala interpretación,
realización voluntariamente tosca (los frecuentísimos insertos de unas muñecas
de porcelana arrancaron más aplausos a cada reiteración, rivalizando con los de
la luna llena en “Boneboys” que originaron una de las más entrañables
tradiciones de la Muestra) y una resolución cuanto más chusca mejor. Me dolió
especialmente, dada la premisa, el desaprovechamiento del ángulo “soft core”
(error en el que no incurría “Dead sushi”, que sin embargo carecía de coartadas
para ello, por no hablar de las colegialas maoríes de “Fresh meat”), y no fui
capaz de combatir el sopor que invade mi cuerpo cuarentón y trabajador
asalariado a esas alturas de la madrugada. Para las sesiones golfas, hacen
falta peli más golfas.
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