Cuando se ven quince películas en cuatro días es como si se
hubiesen vivido quince vidas, unidas a la decimosexta en la que, pese a tu edad ya madura, vuelves a ser un
jovencito rodeado de su pandilla de fanáticos del fantástico y el terror,
incluso con tu propio personaje creado que solo aparece en estas ocasiones
concretas (sí, yo soy el que trata de hacer cosplay del giallo, con abrigo
largo y sombrero).
Cuando asistimos por noveno año consecutivo, y emprendemos
nuestra octava crónica, nos parece que durante estos fines de semana nos
acercamos más a lo que deberíamos ser, sacando a la luz pública esos
entusiasmos que escondes cuidadosamente de tus compañeros de trabajo o incluso
de tu familia (aún recuerdo a una de mis hermanas haciéndose la sorprendida
hace dos o tres años ante mi afición por películas como “Zombi
Holocausto”) y pensando que, de mantenerse estas “comunidades del anillo”
frikis de las que formamos parte solo hasta que ruedan los créditos de la
última peli, llegarían a plantearse e incluso realizarse algunas de las
ideas que nos rondan por la cabeza
mientras vemos algunas de las películas cuyos equipos desperdiciaron las suyas.
También es interesante constatar cómo el curso de los
acontecimientos nos hace cambiar de opinión o bien termina haciendo caso de
nuestras quejas: en el primer caso, vamos acercándonos al ecuador en el que el
Callao empatará con el Palafox como escenario del mismo número de nuestras
Muestras, hasta el punto de tomarle un cierto cariño como sede, y, en el segundo,
hemos sido lo suficientemente pacientes para ver cómo regresan los criterios
indies y gafapastiles a la selección de películas, llegando a tener, como
compensación por el mal karma de muchas jornadas populacheras del domingo, el
día de cierre con más películas lentas y raras en toda la historia del
acontecimiento. Podría decirse tal vez que ni tanto, ni tan calvo, pero es
difícil no sentirse resarcido moralmente de pases como los de “Cockneys vs.
Zombies”, “Lobos de Arga” o incluso “Faraday”.
En fin, que fue un placer estar de vuelta y experimentar la
sobredosis de cine que iremos desgranando a lo largo de todo este mes, como
manera de diferir un placer en el que nuestra vida cotidiana tampoco abunda
demasiado.
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