Es
un poco la queja habitual, que en una muestra fílmica patrocinada
por un canal que hace de la ciencia ficción el nombre de su marca,
no se encuentren demasiados títulos de naturaleza especulativa
(bueno, “Bacurau”, de la que acabamos de hablar, supuestamente es
CF, lo que sucede es que el subgénero “futuro cercano”, para
cuando las películas llegan a las pantallas, se convierte en el
telediario de ayer…) Pero, quitando “Color out of space”, que,
por su crossover con el terror, con Lovecraft, con la trayectoria de
un director maldito, y por Nicolas Cage, merece casi un capítulo
para ella solita, hubo al menos dos títulos que hicieron honor al
membrete “SyFy”: “Synchronic” y “Human lost”.
“Synchronic”
es ya la tercera película en la Muestra del tándem Justin Benson /
Aaron Moorhead, después de “Spring”, que se va reivindicando
poco a poco como una rareza estimulante, y “The endless”, de la
que no hablamos demasiado bien por aquí y a la que no hemos dado aún
otra oportunidad. “Synchronic”, el producto que da nombre a la
peli, es más o menos lo mismo que “Chronax”, sobre la que
cantaba Donald Fagen en su tema “Brite nightgown”: una droga para
viajar en el tiempo. En otra muestra de la inquietante capacidad de
la Muestra para predecir el futuro, los héroes de la película son
dos sanitarios, un negro follarín pero solitario (los tópicos de la
caracterización son tozudos) y un blanco con problemas tanto en su
matrimonio como en su relación con su hija adolescente (lo mismo
digo). El modo en que la película se abre con una secuencia
desconcertante (los extraños “viajes” de una pareja que se droga
en un hotel), prosigue con lo que parece un “thriller” de escenas
del crimen, enlaza con una fase de experimentos espaciotemporales y
termina uniendo la historia familiar con la historia con mayúsculas
de un país, revela una ambición considerable a nivel de concepción
y escritura que no llega a corresponderse con una habilidad plástica
o narrativa comparable (es el viejo lamento de Barry Malzberg en
“Galaxies”: ¿qué escritor puede estar a la altura de asuntos
inimaginables como viajes en el espacio sideral o en el tiempo?).
Tanto es así, que la película sufrió un remontaje entre su pase en
el festival de Sitges y el de la Muestra, con el consiguiente desfase
en los subtítulos, que desembocó en una intervención de Dolera a
mi modo de ver desafortunada: lanzar una soflama en mitad de la peli
(cuando se suponía que se le dejó el micro abierto para intentar
traducir) sobre “así es como el cine nos trata a las mujeres”,
cuando lo único que se buscaba era mostrar la perspectiva de un
padre divorciado al que tampoco se idealiza mucho, hizo realidad
conmigo esa frase que tanto odio, “me sacó de la película”,
haciendo un poco difícil para mí el reconectar con la trama. En
todo caso, la peli tiene su aquel, es una serie B con ciertas, aunque
no muchas, pretensiones, y continúa una trayectoria fílmica
peculiar que nos puede deparar alguna que otra sorpresa.
“Human
lost”, largometraje de animación japonesa, fue una de mis
decepciones personales de la Muestra, pues me planteaba a priori un
interrogante de difícil respuesta: ¿realmente se podía realizar
una traslación a la CF del clásico de la literatura japonesa
“Indigno de ser humano”, de Osamu Dazai, que en principio está
en las antípodas de la fantasía colorista a la que nos tiene
acostumbrado el anime? (Aunque sí existe una adaptación más o
menos fiel en una serie animada cuya edición francesa tengo en casa)
La respuesta parece ser que no: hacer del protagonista un rebelde
contra el sistema está tanto más cogido por los pelos como que el
personaje de Dazai se reía de las aspiraciones de la célula
comunista a la que sus amigos se apuntaban por ganas de epatar, y
convertir a su amigo Masao Horiki en una especie de villano de James
Bond no casa muy bien con el rol que Dazai le reserva en la historia.
El paralelismo entre la sociedad próspera fundamentada en el
imperialismo y el belicismo del Japón de los años 30 y una distopía
futura que promete la inmortalidad a un terrible precio no está
demasiado bien buscado, y todo el tiempo me da la impresión de que
se juega con la cierta familiaridad de muchos japoneses con el texto
de Dazai, que por lo que tengo entendido se suele estudiar en la
asignatura de Literatura Japonesa (supongo que todos tienen cierta
idea de que se trata de la historia de un pintor frustrado, que
sobrevive a un doble suicidio con su pareja, que es un drogadicto,
etc.) para insertar sus elementos en una suerte de remake de “Akira”,
con sus mismas veloces persecuciones y escenas de destrucción
cataclísmica, todo ello dándole al guión una apariencia de enorme
complejidad que en el fondo no es tal pero hace la película difícil
de seguir, especialmente para el público de las 4 de la tarde que se
había acostado después de las 4 de la madrugada del mismo día. Lo
único que para mí captura cierto decadentismo canalla y cierto
romanticismo sórdido es el retrato que el protagonista hace de la
dueña del bar que le acoge, un desnudo sin idealizar de una mujer
rotunda, alejada de su mejor momento físico pero aún así
atrayente, que luego se trata de recuperar en el clímax de la
aventura. Pero es poco lo que soy capaz de rescatar ahora del que
creo que es el primer largometraje anime de la Muestra que no me ha
dejado satisfecho (es que miren ustedes los precedentes: “Steamboy”,
“Paprika”, “Summer wars”, “Wolf children” o “Your
name”) y que querría rescatar en su estreno previsto para octubre
o noviembre de 2020 (si es que la red de salas cinematográficas
subsiste para entonces y el Covid no ha ayudado a instaurar el
imperio maligno del streaming) para ver si con la cabeza más clara y
mis fuerzas completas soy capaz de ver el vaso medio lleno en lo que
en su momento solo supe ver como un trago amargo.
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