jueves, 30 de abril de 2020

520: XVII Muestra SyFy IX: Francisco Bizarro el Conquistador (os regalo el título si lo queréis)


Aunque no he sido nunca muy partidario de utilizar el adjetivo “bizarro” a la anglosajona, en plan “raro, extraño”, prefiriendo su acepción castellana de toda la vida en plan “fuerte y valeroso”, la idea de un conquistador que extiende por el mundo el credo de la bizarrada me viene bien para dos de las tres películas que me faltaban por tratar, ambas bastante fuera de lo normal y ambas de países ni de habla hispana ni anglosajona.

First love” de Takashi Miike (su ya ¡cuarta! peli en la Muestra) fue una gran decepción para los que, viéndola empezar, se encontraban con lo que tomaban por una historia clásica de yakuzas (sin reparar en que, en el fondo, una historia clásica de yakuzas es básicamente Ken Takakura debatiéndose durante hora y quince minutos entre el honor y el deber y dedicando solo el último rollo a cargarse a todo Cristo, ni en que eso ya lo dinamitó Seijun Suzuki en clave “pop” antes de empezar los 70, con lo que sospecho que lo que entienden muchos por peli de yakuzas canónica es a partir de Fukasaku, lo cual siempre me ha dolido un poco). La historia del joven boxeador diagnosticado precozmente con una enfermedad mortal, de la chica prostituida contra su voluntad y de los policías corruptos jugando a dos bandas comienza bastante en serio, en la línea del Miike más en plan “Shield of straw” (o sea, medido, sólido e impersonal), y muchos se frotaban las manos viendo al niño terrible de antaño sentando la cabeza y abandonando las locuras. Por suerte o por desgracia, escena a escena la cota de histrionismo, de situaciones estrambóticas y narración despendolada, convirtió lo que se anunciaba como una película “correcta” (término, ya se sabe, siempre despectivo) en un guateque festivalero con el cual los que supimos o quisimos entrar nos lo pasamos de maravilla pero que los que buscan cine serio (y aun asi vienen a la Muestra SyFy) encontraron una payasada insoportable. A mí qué queréis que os diga: ni me convence el Miike “extremo” de los “Ichi the killer” y compañía ni el artesano adocenado de la ya citada “Los protectores”, así que yo sí veo un apetecible término medio en películas como esta, en la que la acción y un humor sin complejos se dan la mano y en la que cada secuencia se propone y a veces consigue liarla más gorda que la anterior, parodiando el discurso melodramático habitual (mi momento más recordado es el baile en calzoncillos del padre acosador) y convirtiendo a cada secundario en una momentánea estrella hasta el punto de casi hacer desaparecer el argumento principal (de ahí el relativo bajón del final, que cierra la historia del chico y la chica con unos códigos de historia romántica casi de anime o dorama, cuando está bien claro que el director no estaba muy interesado en el guión principal y se lo saltó siempre que pudo). Pero la película, para ser un desmadre de Miike, se ve con agrado si la comparamos con sobradas estomagantes en plan “Yakuza Apocalypse”: se conoce que el bueno de Takashi, para desmadrarse mejor, necesita rebelarse contra la película, porque, si no tiene película y se trata de un desmadre directo y semi-improvisado desde el principio, no mantiene el interés más allá de 30 minutos.



Le daim” (conocida en Movistar como “La chaqueta de piel de ciervo”) demostró que la Muestra hizo mal en no incluir en su programación, allá por 2010 o 2011, la ínclita “Rubber”, la única película de la historia protagonizada por un neumático asesino. De hecho, Quentin Dupieux tampoco habría quedado en mal lugar con su comedia surrealista “Reality”, dentro de esa línea entre cachonda y gafapastil que la Muestra, salvo quizá en la época del Callao, siempre ha sabido caminar con éxito. La gracia de Dupieux es que sabe encontrar ideas a priori cutres pero que están lo suficientemente bien concebidas para resonar de mil maneras diferentes en su público. La odisea del personaje de Jean Dujardin (gustándose un poquitín menos que de costumbre o al menos sabiendo reorientar ese autogustarse hacia la parodia), capaz de gastar todo su dinero en su chaqueta de gamo y de aplicar todas sus energías, tras haberlo perdido todo, a un plan de dominación mundial que deja en zapatillas al de cualquier villano de James Bond, va arrastrando poco a poco al espectador desde unos ambientes prosaicos y aburridos al verdadero corazón de la locura (asociándola a la propia creación cinematográfica para que los fans de lo metafílmico se pongan cachondetes), vista con una normalidad y falta de énfasis que los más predispuestos verán desternillante. Esas lecturas en plan “un retrato de la crisis de la masculinidad en la edad madura” tendrían su aquel de no ser porque el personaje de la chica participa en la locura con un entusiasmo si cabe superior. En todo caso, veo admirable que una peli de medios pobretones, que se propone deliberadamente ser cutre y fea, sin un ritmo percutante ni actuaciones con pretensiones de brillantez, sepa enganchar, entretener y sorprender de un modo que revela la confianza en sí mismo y el talento de un cineasta. No creo que la peli se mantenga demasiado bien una vez desaparecido el efecto sorpresa, pero como título festivalero la veo muy reivindicable.

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