domingo, 14 de septiembre de 2008

10 momentos eróticos del cine que marcaron mi infancia y juventud


1 – “Maravillas”.

Dudo mucho que entre toda la gente enrollada que podría leer esto se pudieran reclutar ni dos personas para crear un club de fans de Gutiérrez Aragón, pero “Maravillas” es importante para mí como documento de la prehistoria de mi líbido masculina. Aquella noche de domingo en la 2, a mi tierna edad, me resultaba incomprensible entender por qué aquella chica desnuda (una joven Cristina Marcos) estaba dando saltitos encima de aquel chico, pero desde entonces aquella frase del guión, Maravillas, tienes una teta más grande que la otra”, es para mí un diálogo fílmico más legendario que todos los de “Casablanca”, Mankiewicz y Billy Wilder juntos.

2 – “El quinto mosquetero”.

Sesión de tarde en el cine Pinar, con todos los chavales viendo una de espadachines para todos los públicos. Un sufriente Rey Sol, interpretado por Beau Bridges, llora y se lamenta de sus enfermedades, y su amante, Ursula Andress, se dispone a consolarlo. Se quita el vestido, vale, luego el miriñaque, sigue con las enaguas. ¡Y continúa hasta el final, hasta no llevar nada encima! Todos los niñitos que no habíamos visto nada parecido, con los ojos como platos. Más adelante, también podíamos ver al natural a Sylvia Kristel, que desde entonces es una de mis diosas. Luego habrá quien preferirá ver al gañán de Gene Kelly dando brincos en la versión de los 50.

3 – “El sentido de la vida”.

Aunque no se veía nada improcedente, la relevancia erótica del último largometraje de los Monty Python fue ofrecer mi primera exposición a la palabra “clítoris”, durante el episodio de la clase de sexo con John Cleese. Y sucedió en una película subtitulada, premonición de que el arte y ensayo y el vicio irían indisolublemente unidos en lo sucesivo. El hecho de que algún miembro de mi familia insistiera en sacarme de la sala durante la escena supuso otra premonición mucho más inquietante, de que tus parientes consanguíneos harían a menudo todo lo posible por que no aprendieses lo que tenías que aprender ni hicieses lo que tenías que hacer.

4 – “Tras la puerta verde”.

Mi única visita a una sala X en toda mi vida, la del antiguo y futuro Pequeño Cine Estudio, fundamentada sobre todo en un pretencioso afán artístico. La película de los hermanos Mitchell, que también adaptaron en su momento el clásico del porno victoriano “Memorias de una pulga”, y acabarían matándose el uno a otro, y, peor aún, siendo el tema de un biopic interpretado por Charlie Sheen y Emilio Estévez, contenía unos atrevimientos psicodélicos como planos de eyaculaciones faciales virados a diversos colorines que debieron hacer pensar a la vieja guardia del cine experimental, los Stan Brakhage y Jonas Mekas de turno, hasta qué punto habían desperdiciado su vida.

5 – “Julia y Julia”.

Esta olvidadísima película, una de las primeras en utilizar el vídeo digital para su rodaje, marcó el final del breve período como sex symbol de Kathleen Turner. Lo de menos era la trama de paranoia, asesinatos y confusión mental, lo de más, unas tórridas escenas eróticas entre una Kathleen ya entradita en carnes y nada menos que ¡Sting! A mí la verdad es que aquello me dio un morbo imposible de reproducir con las delgaduchas de hoy en día, y me dejó preparado para las mujeres de verdad. Que, como reza el título de otra peli, tienen curvas. Y a veces, muchas.

6 – “Belle de jour”.

Les dejo a otros las rotundas fieras mediterráneas estilo Loren o Lollobrigida: a mí dadme la frialdad rubia de Catherine Deneuve. La idea de que una mujer burguesa tan imperturbable pudiese dedicarse a la degradación con gente tan sórdida como Pierre Clementi o el gordo chino aquel de la cajita siempre me intrigará y estimulará más que la típica hembra de rompe y rasga retozando con un guaperas. Es lo que decía, y lo menciono para dar el toque intelectualoide, Georges Bataille, en su ensayo sobre el erotismo: nada excita más que la degradación de la belleza.

7 – “Orgía de ninfómanas”.

El penúltimo programa doble del difunto y sordidísimo cine Condado me introdujo en uno de mis placeres más culpables: el cine de Jesús Franco. La culpa quizá sea de tan memorable comienzo: una chica desnuda escapa corriendo por la playa, presumiblemente de unos tratantes de blancas, pero es atrapada por los conductores de un jeep y sometida a un terrible castigo sexual, a saber, ser entregada a los placeres de un cachas bastante rústico llamado Ramón, todo ello en un ambiente playero de Benidorm, con lamentables “hits” discotequeros como “I want your shot” y una malvada madame con escorpiones como mascotas correteando por el suelo mientras mantenía tormentosas relaciones con ese astro que es Antonio Mayans. Huelga decir que no salían ninfómanas ni había orgía alguna.

8 – “Frenesí”.

Una peli que todos veíamos en la tele de jovencitos (porque antes la tele generalista ponía películas “de esas”) y que nos maravillaba por una secuencia de violación protagonizada por Barry Foster (más tarde, ya de viejete, famoso por aquel anuncio de “What you wanna do?”) que entonces nos parecía el colmo de la explicitud, pero que, vista de mayores, no es más que un triunfo del montaje: en realidad no se ve nada hasta el primer plano de la víctima con la lengua fuera. Luego había unos fugaces desnudos que intrigaban: ¿aquella actriz tan feílla podía tener semejante cuerpazo? El montaje, una vez más, mostrando su poder. Hitch andaba desbocado por entonces: la Universal le canceló “Kaleidoscope” por su atrevimiento en tratar la historia de un psicópata sexual, y el último proyecto que tuvo entre manos, “The short night”, volvía a tener una violación entre sus primeras escenas. Lo cual demuestra que Brian de Palma fue mejor discípulo del maestro de lo que muchos están dispuestos a admitir.

9 – “Kika”.

Si me perdéis el respeto, me da igual, pero, ¿una escena erótica con Verónica Forqué? ¿Soy el único depravado a quien esto le puede resultar estimulante? Probablemente sí, pero, si alguien es capaz de decir, como he oído en televisión estos días, que el sex appeal de Aznar reside en su bigote, dejadme a mí sentirme atráido hacia las mujeres blanquitas con vocecilla. Estamos hablando de la mítica dobladora de “El resplandor”. Y por cierto, Shelley Duvall también me gustaba. Mmmmm...

10 – “Tierra”.

Cómo odian los frikiguays a Julio Medem, y sin embargo, quién como él para dejar alto el pabellón español en el cine de autor de lirismo delirante, compromiso político de juzgado de guardia, flipamiento visual, diálogos para cachondearse primero y después grabar en piedra para la eternidad y generosas dosis de sexo, que a fin de cuenta es lo que hace vender bien una película. En fin, que la historia lo absolverá. Mientras tanto, rememorar la secuencia erótica entre Carmelo Gómez y Silke, única en la historia porque los dos protagonistas ¡no se tocan! Si queréis constatar cómo es posible, no esperéis que os ponga el enlace a YouTube: haced patria y conseguíos vuestra propia copia. Internet está criando una generación de vagos...

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