La única relación perfecta y complementaria que puede
existir entre dos seres humanos parece ser la de amo y esclavo. Toda la
dialéctica buenrollista del ten con ten y el toma y daca suele enmascarar una
encarnizada lucha por el poder en la que cada miembro de la asociación necesita
ser un von Clausewitz si no quiere que cualquier desliz le cueste aquel permiso
doméstico que costó meses conquistar. Algunos pensaban que con el sexo liberarían
el cuerpo y la mente maltratados por la represión paterna, ignorando que en
torno a su corazón se iría tejiendo un férreo collar de castigo del que se
tiraría al menor paso en falso. Algunos, a nuestra edad, vemos inviable
sacrificar nuestras parcelas de libertad a una irrealizable armonía entre almas
y cuerpos y no tenemos ningún miedo a los enormes vacíos del universo.
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