Anoche leí que György Ligeti era un gran fan de Supertramp.
Toda la vida imaginando al maestro transilvano como una especie de Severus
Snape de los cursos de Darmstadt, capaz de fulminarte con una de las fórmulas
científicas de su pizarra si le proponías algo mínimamente parecido a un
intervalo consonante, y luego el abuelito se emocionaba con los falsetes de
Roger Hodgson. También decían que los programas televisivos favoritos de J.D.
Salinger eran cosas del estilo “La ruleta de la fortuna”; toda la noción de que
tus valores como artista, o como persona, deben reflejarse en tus gustos debería
examinarse con lupa. A los cinéfilos responsables solo les gustan el
expresionismo alemán, John Ford o Mizoguchi. Incluso hay un purismo de la
caspa: van Damme o Seagal pueden valer, pero ponme una de Antonioni y te dejo
de hablar.
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