Al igual que los detractores de las religiones demuestran
auténtico fervor en derribar uno por uno todos los dogmas, como si hiciera
falta tanto esfuerzo para demostrar inexistencias para ellos tan evidentes, algunos
dedican todas sus energías sexuales reprimidas a borrar del mapa todo lo
supuestamente sobrenatural o paranormal, insistiendo en que la ciencia lo
explica todo. Uno no va a llegar a los extremos de Charles Fort, en cuyos
libros uno parece ver una venganza encubierta contra algún profesor de
naturales que lo suspendió de pequeño, y lo cierto es que las explicaciones
racionales son al tiempo más sencillas y más tranquilizadoras, pero uno puede
comprender, si no disculpar, la recaída en un cierto pensamiento mágico, teniendo
en cuenta que el positivismo del XIX, padre del capitalismo industrial, nos ha
metido a todos en bolsitas de plástico retractiladas.
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