En el momento en que las hormonas inician su labor
destructora, desaparece la aureola mágica de cuento que rodea nuestros primeros
años en el mundo. De ahí que un servidor añore los años 70, con su sordidez,
sus pantalones de campana y su hippismo de pacotilla, mientras observa con
estupor el culto que la generación siguiente rinde a los 80, que siempre vio
como la época en la que las fuerzas del mercado triunfaron definitivamente, en
que Spielberg hacía triunfar peliculillas como “Los Goonies” y en que Occidente
dio un paso atrás generalizado hacia el conservadurismo como preparación para
dar la puntilla definitiva al bloque comunista. Los que sí salían por la noche
entonces añoran aquella costrosa movida madrileña de punkis pijos y suelen
ignorar que en aquellos años el holocausto nuclear se veía como algo factible
cada nuevo día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario