El martes vi “Kapo”: un peliculón, una fábula política
pesimista sobre la supervivencia de los oprimidos y cómo los opresores los
convierten en verdugos de sí mismos. Desarrollarse en un campo de concentración
nazi no la convierte por ello en un parque temático del Holocausto: el famoso
travelling por el que Rivette llamó “canalla” a Pontecorvo ni siquiera me llamó
la atención por estetizante ni por espectacular. Lo indignante para Rivette, sospecho,
era que la peli la coprodujese Francia; cuando Truffaut ponía a caldo a
Delannoy o Clément, era porque quería ser califa en lugar del califa. Pero el
peor fue Serge Daney: un tocho condenatorio a partir de una peli que por
opinión ajena se negaba a ver. De política de autores a política de exclusión: si
no caes en gracia, terminas rodando cinco largometrajes en toda tu vida.
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