Después de dos entradas necrológicas seguidas, nada mejor
que festejar los cien años de una abuelita que no muestra aún la primera
arruga. Tal día como hoy, en el Théatre des Champs Élysées, se desencadenaba
por primera vez un tsunami sonoro que en español suena a triunfo, en francés a
coronación y en inglés a ceremonia pagana, y de todo eso tiene. Cuando leo aún
hoy a algunos románticos apolillados quejándose de que la pieza carece de
majestad, nobleza o refinamiento, sin pararse en las connotaciones de tales
atributos, pienso que Igor se adelantó al punk o el thrash, pero por otro lado
su aventura en el atavismo profundo de una tierra lejana es romanticismo
salvaje de pura cepa. Para Boulez y sus amigos es matemática pura, pero también
contiene los fragmentos musicales más misteriosos e insinuantes jamás compuestos.
No marigolds in the Promised Land: There's a hole in the ground where they used to grow.
miércoles, 29 de mayo de 2013
miércoles, 1 de mayo de 2013
Alvin Lee (1944-2013)
En mi círculo inmediato no hay nadie que sepa quién fue Alvin Lee. Me entero de su muerte (quizá relacionada con nuestros recortes sanitarios) ahora, casi un mes más tarde. Y mis recuerdos recientes, encima, son injustos. Tras mi ciclo mp3 de Pentangle (pasear al perro por las mismas calles es monótono y uno necesita distraerse), cambié a una retrospectiva Ten Years After y, por contraste a la orfebrería de Renbourn y Jansch, Alvin me pareció un chuleta de barrio que pretendía sacar un rédito desmesurado de una técnica bluesera entonces impresionante. Pero no se le puede reducir a un estadio intermedio y superado del camino entre los bluesmen y Van Halen. Más que velocidad, Alvin era psicodelia (le encantaba incluir ruidos raros hechos con la guitarra), y tenía raíces en lo tradicional más allá del rock’n’roll de los 50.