Alivia un poco ver a Oshima cerrando su carrera con una
película más “suya” que las demás del último periodo, aunque comparta varios de
sus núcleos temáticos: la marcialidad japonesa como síntoma de homosexualidad
mal asumida o el supuesto poder destructor del deseo. Parece irreverente retratar
a los famosos Shinsengumi como un nido de pasiones gays reprimidas, pero ahí no
descubrió Oshima la pólvora: vean si no el anime “Peace Maker Kurogane”, donde
se da por hecho que Hijikata y Okita eran amantes. Una lástima que la historia
no esté mejor contada (el personaje de Asano, el supuesto amante de Sozaburo,
desaparece de la trama para no volver hasta el clímax) pero regocija que el
contestatario Oshima finalice su filmografía con la imagen de Kitano cercenando
de un katanazo uno de los símbolos oficiosos del Japón: el cerezo en flor.
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