Una chica de opulentas formas busca infructuosamente sexo
con cualquier hombre. Conocerá a un inquietante extraño en cuya compañía
rellena dos siluetas de amantes muertos que alguien trazó sobre una carretera.
En medio de un desierto reseco, hay otra silueta humana, de apariencia
ancestral. El grupo al que se han unido los protagonistas excava en la zona de
su corazón y saca una caja llena de fusiles. En el tórrido verano, todos
piensan en matar, por una razón u otra o por ninguna, y por una vez unos japoneses
pueden identificarse con un gaijin, si se trata de un francotirador
indiscriminado. Lo que algunos tienen por el momento más “críptico” de Oshima
es francamente cañero para ser una peli de arte y ensayo, claustrofóbica y
densa pero de una fuerza conceptual notable, “de culto” antes de que el término
existiera.
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