Segunda parte de lo que llamo “el díptico del incesto”, pero
esta vez en clave de inesperada comedia veraniega. El regreso al simbolismo tal
vez se debe a tratar otro asunto “sensible”, la devolución a Japón de Okinawa,
y quizá Oshima consideró mejor tratar el asunto como la reunión playera entre
dos chicos jóvenes y guapos, cuya unión debía ir más allá de lo estrictamente
fraterno para poder sentar unas bases sólidas de futuro (después de todo, el
archipélago japonés tiene su origen mitológico en la unión carnal entre Izanagi
e Izanami, que eran hermano y hermana). Película extrañamente amable y luminosa
para ser de Oshima, desplegada al lánguido son jazzero del Fender Rhodes de
Takemitsu, con las preciosas Hiromi Kurita y Lily, y los habituales Rokko Toura
y Taiyi Tonoyama dirimiendo la reconciliación a bordo de una barca zozobrante.
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