La película que para mí resume la aportación al cine de
Nagisa Oshima. Comentario social ácido sobre Japón y su historia; reflexión
política sin doctrina que partiendo de la futilidad de una revuelta ve en el
sexo canalla y la violencia sin sentido la válvula de escape de los pisoteados;
violentamiento de la dramaturgia “realista” en aras de expresar con más viveza
un concepto; mezcla sesentera de estética pop y provocación temática (los
cuatro estudiantes recuerdan a los Beatles; las violaciones oníricas se
anticipan a “La naranja mecánica”). Ese leitmotiv obsesivo de la canción
erótica busca recuperar un Japón profundo, popular, lejano del folklore
aristocrático del jidai geki, pero queda por decidir si las fuerzas convocadas
por ella son constructivas y destructivas, dentro de una filosofía de cine de
autor denso, exigente con el espectador, que no da respuestas fáciles.
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