La joya oculta de Oshima, a la par que una suerte de testamento
y exorcismo personal. Con su aire underground, punteos psicodélicos cortesía de
Takemitsu, anticipaciones de Lynch o incluso de Haneke, “Murió después de la
guerra” solo parece previsible vista en 2013, pero no debió de parecerlo en el
ya lejano 1970. Un cineasta político, fracasado en sus empeños, recoge una
cámara de manos de un hombre que se había suicidado arrojándose desde un
edificio. Constatando que la película contiene solo imágenes de calles vacías
en las que no sucede nada, se empeña en volverlas a rodar en los mismos
escenarios, donde comienza a aflorar toda la violencia social y sexual que
bulle bajo una superficie plácida… pero que el cine, a pesar de sus esfuerzos,
no logra captar. Hay una cierta desesperación, un aroma crepuscular, de alucinante
despedida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario