Oshima siempre tuvo un fondo frío e intelectual que le hizo
despreciar ese melodramatismo que parece innato en Japón, donde se tiene tanto
la fama de reprimir las emociones que parece lógico liberarlas en la ficción.
Quizá por eso “El muchacho” no tiene la fama que a nuestro juicio debería:
peripecia de un niño explotado por sus padres para empujarlo delante de los
coches, fingir accidentes habiéndolo lesionado de antemano, y chantajear a los
incautos conductores para alejar el asunto de la policía, la película es
serena, depurada, con poco diálogo, y parece reeditar los trapicheos juveniles
de “Historia cruel de juventud”, con el agravante de que la jovencísima
generación se ve obligada a delinquir por los antiguos rebeldes ya creciditos,
en lugar de decidir por ella misma. Posiblemente sobra la moraleja final, pero
el itinerario fascina, el recuerdo perdura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario