La culpa de todo la tiene Haneke. Antiguamente, Austria eran
los gorgoritos de la familia Trapp, juergas vienesas al ritmo de polkas de la
familia Strauss y alegres picardías sexuales al estilo Arthur Schnitzler. Pero
vino el venerable Pepito Grillo de blancas barbas a recordarnos que allí había
nacido Hitler y que en realidad el reino del Este ocultaba bajo su plácida
superficie mil violencias y monstruosidades esperando estallar bajo la frágil
burbuja de la civilización. Luego llegan noticias como las del tal Josef Fritzl
y parece que los hechos le dan la razón.
Pero el caso es que es llegar una peli de Austria y echarse
a temblar. Lo cual es positivo, porque el acercamiento al terror de este tipo
de miradas posibilita que llegue a las pantallas de la Muestra SyFy una
producción de Ulrich Seidl, “Ich seh ich seh” (literalmente “Veo veo”, que da
el tono de juego infantil del que carece el título anglosajón “Goodnight
mommy”). Sesión malrollera por excelencia del fin de semana, con un glacial
estilo de cine de autor no válido para todos los paladares del público pero
extrañamente cercano a las viejas obsesiones de Cronenberg (esa madre oculta
por vendas quirúrgicas, ese ambiente con abundancia de blanco que puede
recordar a una clínica) y a las siempre agradecidas historias de niños
diabólicos, con un lento crecendo de malestar que desemboca en un par de
secuencias de las que deberían hacernos cerrar los ojos pero sin conseguirlo…
Incluso si el concepto básico, muy emparentado con cierta
peli de 1972, se intuye desde la primera escena, hay mucho más para ocupar
nuestra atención: un vivero de insectos, en los que siempre se puede confiar
para dar grima, una secuencia estilo “vídeo arte” en la que la madre se desnuda
en un bosque y su cabeza se pone a vibrar incontrolablemente, una magnífica
demostración de la incapacidad de los voluntarios de la Cruz Roja para
reconocer el mal y un par de máscaras primitivas que hacen más por evocar la
vuelta de la infancia al salvajismo que todo el metraje de “Cub”.
Películas como esta han sido las que me han hecho sospechar
que algunos de los viejos seleccionadores de gusto gafapastil de los tiempos
del Palafox han vuelto a colaborar con la Muestra: no es la única película
proyectada que nos recuerda algo a la “cult movie”, tan evocada por Dolera con fines algo sórdidos, que fue en su momento “Canino”. Esa poética de
arte y ensayo, ese scope de encuadres que no perdonan, ese horror hogareño que
acecha. Habrá quienes hubiesen preferido ver otra “Grabbers”, pero, si para ver
algo tomado en serio tiene que ser germánico y traumatizante, yo me apunto.
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