Nos hemos quejado mucho aquí de las pelis de la “sesión golfa” de madrugada, pero este año el desprecio infligido a la sesión de las 4 de la tarde ha sido público y notorio. Dolera solía llamar a esta sesión “la de los motivados”, y este dar por hecho que el grueso del público está aún por llegar ha desembocado en que se seleccionen películas un poco por “cubrir el expediente”, frase que, ahora que lo pienso, valdría como lema general de esta crónica. Pensar que en ediciones pasadas hemos visto en primera sesión cosas como “Encontré al diablo”, “Wolf children”, “Tucker y Dale contra el mal” o recientemente “In fabric” duele en comparación con el panorama de 2022. Incluso he tardado unos pocos segundos, al desempolvar el programa impreso (que no el legendario “tarjetón”, ausente este año en otra falta de respeto a los habituales, que los conservamos todos), en recordar qué película era “Night raiders”. Semejante olvido en apenas dos meses y medio no es buena señal.
Siendo abogado del diablo y yendo a la contra de todos,
afirmaré que “Settlers” no me pareció tan horrible como se dijo, sobre todo
poniéndola en la perspectiva general de la Muestra y en especial de las
primeras sesiones. Ópera prima como realizador de un tal Wyatt Rockefeller, suscitó el interés de un compañero de colas, conspiracionista a ultranza, por
saber qué nos apuntaría aquí sobre nuestro futuro inmediato un miembro de esas
diabólicas élites que supuestamente nos rigen cual marionetas. Uno puede pensar
que la colonización de planetas externos (en esta peli Marte) sería el futuro
inmediato de la humanidad tras el agotamiento de los recursos naturales de
nuestro planeta y la degradación del medio ambiente. Así, tenemos ese tramo
inicial que es básicamente un “western”, con colonos sobreviviendo a duras
penas mientras los antiguos pobladores los hostigan (aunque ahora esté de moda
menospreciar el “western” como “película de las cuatro de la tarde en
Telemadrid”, no olvidéis que en el fondo todo está en el “western”, porque su
tema principal es aclarar qué es la civilización). Dentro de ese marco de
película B con ciertas pretensiones que en años anteriores nos dio la
lentamente reivindicada “Prospect”, la trama da un par de giros, el segundo de
los cuales tiene que ver con si se puede convivir con el antiguo poblador e
incluso amarlo o, en su defecto, procrear con él, añadiendo un elemento de
tensión racial. Lo malo es que se cambia de tesis a media película, porque lo
que nos queda es la hija superviviente siendo acosada por el nativo
superviviente con fines reproductivos, queriendo dejar claro que lo de la
diferencia de edad está muy mal y que una chica debe poder elegir su destino
libremente, aunque sea en un planeta desértico donde ya no queda nadie más.
¿Esta es la disyuntiva que proponen los Rockefeller? ¿Libertad o extinción? Es
como “La carretera”, de McCarthy: ¿sigue estando tan mal el canibalismo cuando
no restan otras opciones? Estamos ante el tipo de preguntas difíciles que merecen ser
abordadas con una enjundia que nos cuesta recordar en “Settlers”, aunque
reconoceré que le debo otro visionado: con gritos y chistecitos de fondo uno no
puede valorar en su cabal medida lo que una obra fílmica propone.
Desde luego, mucho peor “Shot in the dark”, título que
me retrotrae a una de mis odiadas aventuras del inspector Clouseau dirigidas
por Blake Edwards. La idea en sí no es mala: un asesino en serie que consigue
escapar a base de automutilarse para aparentar ser una de sus propias víctimas,
de paso haciendo pasar a una víctima, manipulada para que la policía acabe por
abatirla, por el asesino. Lo malo es que este esqueleto argumental se pierde en
un bosque de narración “envolvente”, llena de “flashbacks” confusos, subtramas
de personajes irrelevantes y sobre todo una pose estética que pretende ser
rompedora a base de desafiar el típico “acabado profesional” de la fotografía,
lo cual desemboca en que se acabe tomando el título de la película en plan cien
por cien literal: “Shot in the dark” no sería una frase hecha aludiendo a una suposición
hecha al tuntún, sino que se referiría a que la película se ha “rodado en la
oscuridad”. Hay desorientación, que parece deliberada, y esto se quiere
subrayar con el hecho físico de que resulte difícil VER lo que está pasando. De
veras, envidio a mi amiga Ara, que fue capaz de conectar su chip “Sundance” y
entrar en la propuesta. Por mi parte, si esto es el cine de autor que supieron
encontrarnos este año los programadores, a mí dadme a John Ford.
John Ford podría haber sido la referencia para “Night
raiders”, pues conectaba un poco con la temática de “El gran combate”: nativos
americanos que peregrinan en pos de un destino mejor. La progresión es
descendente: no hablamos bien en 2020 de “Blood quantum”, que enfrentaba a indios
de las reservas (entre ellos el ya legendario “abuelo ninja”) con un
apocalipsis zombi, pero la recordamos con agrado al lado de esta distopía en
plan “young adult” en la que una niña de la etnia huye de una escuela donde se
la quiere educar para ser una especie de fascista americana perfecta para
terminar liderando a los suyos hacia la tierra prometida. El elemento
iconográfico más futurista es el típico dron que usan ya todas las producciones
baratas para hacer tomas aéreas (y que de paso ha depreciado el poder evocador
y sorprendente de las tomas aéreas), y el resto parece ser alguna ciudad medio
abandonada de las que tiene pinta de haber unas cuantas a medida que subes
desde Indiana hacia la región de los Grandes Lagos. La película, más que
irritar como puede hacer “Shot in the dark”, resulta insípida a fuerza de
convencionalismos: ni siquiera la revelación final de los poderes de la chica
se aleja en exceso de los mutantes al estilo Marvel, y no creo que los
elementos de la cultura india tradicional a los que se quiere aludir desde el
principio queden muy bien integrados en el conjunto. Ni siquiera el factor “veterano
recuperado” me funciona: no me entusiasmaba Amanda Plummer de joven y no parece
haber evolucionado hacia una magistral intérprete de mayor. Es una película “correcta”
en el sentido más peyorativo del término: buenas intenciones, realización e
interpretación sólidas sin pasarse de inspiración, olvido inmediato.
Ya os digo, de las tres de sobremesa, le pese a quien le
pese, sigue ganando “Settlers”: es la más llamativa visualmente, tiene giros de
guion, sus tesis son más provocativas, y encima tiene al robot Steve: no hay
color. Una pena que el público no le quisiera dar ni la más mínima oportunidad
desde el inicio.
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