martes, 19 de julio de 2022

525: XVIII Muestra SyFy: Cubrir el expediente


Mi afición a ser simbólico y pretencioso me lo deja a huevo: si el regreso post-pandémico de la
Muestra SyFy iba a representar la presunta reanudación de la vida que llevábamos antes, con sus costumbres bien instaladas, sus pequeñas tonterías cotidianas que dejan sabor a rutina, y todo lo demás que se tiende a sobrevalorar por el mero hecho de haberse pasado un tiempo sin ello, lo cierto es que la conclusión es dura: o el nivel de la existencia se ha desplomado, o la normalidad no era para tanto.

Incluso un servidor, que desde estas crónicas siempre ha luchado por mantenerse en el bando del “vaso medio lleno”, defendiendo el evento contra los pesimistas profesionales que denunciaban la peor edición hasta el momento año tras año, y señalando el puñado de títulos que conseguían justificar todos los sinsabores, ha terminado por tirar la toalla y concluir que el Sherlock Holmes que volvió tras su supuesta caída de las cataratas de Reichenbach ya no es el mismo y nos han dado el cambiazo.

Empezando por la asistencia y el ambiente, la bajada del público fue muy notable. Acostumbrado a ver la sala 1 hasta las trancas incluso en mi zona habitual de las primerísimas filas, me encontré este año rodeado de asientos vacíos, algo que egoístamente me parece positivo al relajarse la tensión de encontrar un buen puesto de visionado, pero que, pensando desde el punto de vista de la salud de la Muestra como acontecimiento, puede inquietar pues insinúa el inicio de una curva descendente.


Es cierto que la
Muestra, en ese fin de semana, tuvo la competencia del “Tiempo de Culto Weekend”, dirigido a un público muy similar (aunque personalmente es un cierto misterio para mí cómo películas como “Commando”, con Schwarzenegger, inflada por la nostalgia, o “Delta Force”, que siempre encontré de lo peor de la Cannon, pueden hacerle sombra a un festival de pelis fantásticas recientes, pero siempre se puede achacar semejante opinión amargada a mi gris adolescencia en los 80), y también cabe argumentar que una buena parte del público consiste de jóvenes en edad universitaria para quienes el último fin de semana de mayo no es el momento más oportuno para dejar los libros y entregarse al frikismo, pero aun así estaba el factor “expectativa tras dos años sin una edición completa” y el carácter único en Madrid de la propuesta tras confirmarse de manera oficiosa que el festival Nocturna, la otra cita ineludible, no volvería a celebrarse.

El sentimiento de cierta decepción ya se empezó a mascar en la primera sesión del viernes, cuando la sala 1, por problemas nunca explicados, fue reemplazada por la 2 y la 3, y los que no somos catalogables en la taxonomía férrea de la Muestra, porque somos intelectualoides pero también nos gusta un poco la juerga, fuimos castigados durante el pase de “Settlers” (de la que ya hablaremos luego) con todo el griterío y las bromas cutres de la “mandanga”, pero no en un segundo plano lejano, sino EN UN ESPACIO PEQUEÑO. El cansancio y el aturdimiento producidos por un público que ni se esfuerza en querer sacar nada de la película, y a quien le importa más que todos le oigan gritar su broma de gracia justita o nula que en querer enterarse de lo que se supone que le quieren contar, me marcó un cierto punto de saturación complementado en la película siguiente por algo que nadie dice nunca: que la proyección en la sala 2, la del público “serio”, es notablemente peor, con resolución mucho más baja. La ilusión de libre albedrío para el público de esta Muestra se limita a eso, a una ilusión: en el mundo real, solo existe la sala 1.

Aparte de sentirnos encerrados en la cárcel de los aspirantes a Peter Pan, nos encontramos con una apreciable bajada del nivel de la programación. El especial Halloween del 2021, al que asistió aún menos público, constó solo de 4 películas, pero es que la edición número 18, con su cuenta habitual de 15 títulos sin contar las matinales infantiles, se redujo a no muchas más de 4 o 5 verdaderamente reseñables, un número de pelis de relleno demasiado alto y la ausencia completa de muchas de las líneas maestras habituales: no hubo animación, no hubo cine asiático, no hubo flipadas de autor y faltó un título de verdad destacado para la clausura, que debe ser un fin de fiesta que deja con ganas de más pero este año vio desfilar sus créditos finales con cierta frialdad.


Por si fuera poco, la noche del sábado al domingo nos puso en una situación casi distópica: la celebración multitudinaria de la decimocuarta
Liga de Campeones del Real Madrid nos dejó prácticamente atrapados en el centro de la ciudad, debido a las calles cortadas, la ausencia de metro o autobuses nocturnos y la imposibilidad de conseguir un taxi convencional. La avaricia de arramplar con todas las cajas posibles de cereales Chocapic distribuidas gratuitamente en las butacas tuvo el castigo poético de tener que cargar con ellas en un paseo nocturno por media ciudad que nos recordó con frecuencia a “The Warriors” de Walter Hill. Entre los cuatro días de Muestra, llegué a juntar en casa 18 cajas de este producto, y el recuento está efectuado después de haber regalado varias a diversos allegados. Todo un síntoma equiparable al eclipse de “CODA”, ganadora del Óscar a Mejor Película de la que pocos ya se acuerdan, por la bofetada de Will Smith a Chris Rock: termina permaneciendo lo accesorio en detrimento de lo principal.

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