Incluso un servidor, que desde estas crónicas siempre ha
luchado por mantenerse en el bando del “vaso medio lleno”, defendiendo el
evento contra los pesimistas profesionales que denunciaban la peor edición
hasta el momento año tras año, y señalando el puñado de títulos que conseguían
justificar todos los sinsabores, ha terminado por tirar la toalla y concluir
que el Sherlock Holmes que volvió tras su supuesta caída de las cataratas de
Reichenbach ya no es el mismo y nos han dado el cambiazo.
Empezando por la asistencia y el ambiente, la bajada del
público fue muy notable. Acostumbrado a ver la sala 1 hasta las trancas incluso
en mi zona habitual de las primerísimas filas, me encontré este año rodeado de
asientos vacíos, algo que egoístamente me parece positivo al relajarse la
tensión de encontrar un buen puesto de visionado, pero que, pensando desde el
punto de vista de la salud de la Muestra como acontecimiento, puede inquietar
pues insinúa el inicio de una curva descendente.
El sentimiento de cierta decepción ya se empezó a mascar
en la primera sesión del viernes, cuando la sala 1, por problemas nunca
explicados, fue reemplazada por la 2 y la 3, y los que no somos catalogables en
la taxonomía férrea de la Muestra, porque somos intelectualoides pero también
nos gusta un poco la juerga, fuimos castigados durante el pase de “Settlers”
(de la que ya hablaremos luego) con todo el griterío y las bromas cutres de la
“mandanga”, pero no en un segundo plano lejano, sino EN UN ESPACIO PEQUEÑO. El
cansancio y el aturdimiento producidos por un público que ni se esfuerza en querer sacar
nada de la película, y a quien le importa más que todos le oigan gritar su broma
de gracia justita o nula que en querer enterarse de lo que se supone que le
quieren contar, me marcó un cierto punto de saturación complementado en la
película siguiente por algo que nadie dice nunca: que la proyección en la sala
2, la del público “serio”, es notablemente peor, con resolución mucho más baja.
La ilusión de libre albedrío para el público de esta Muestra se limita a eso, a
una ilusión: en el mundo real, solo existe la sala 1.
Aparte de sentirnos encerrados en la cárcel de los
aspirantes a Peter Pan, nos encontramos con una apreciable bajada del nivel de
la programación. El especial Halloween del 2021, al que asistió aún menos
público, constó solo de 4 películas, pero es que la edición número 18, con su
cuenta habitual de 15 títulos sin contar las matinales infantiles, se redujo a
no muchas más de 4 o 5 verdaderamente reseñables, un número de pelis de relleno
demasiado alto y la ausencia completa de muchas de las líneas maestras
habituales: no hubo animación, no hubo cine asiático, no hubo flipadas de autor
y faltó un título de verdad destacado para la clausura, que debe ser un fin de
fiesta que deja con ganas de más pero este año vio desfilar sus créditos
finales con cierta frialdad.
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