No marigolds in the Promised Land: There's a hole in the ground where they used to grow.
domingo, 9 de agosto de 2009
John Hughes (1950-2009)
Hay determinadas películas que te sirvieron de mucho cuando eras jovencito pero a las que no quieres volver de adulto. Me pasó no hace mucho con “The Warriors”, resultándome imposible identificarme, como antaño, con aquella caterva de jovencitos macarras (aunque el remake por Tony Scott no me lo pierdo), y seguramente me pasara con cualquier película de adolescentes de John Hughes.
Sin embargo, he sentido bastante enterarme hoy de la muerte de Hughes, un cineasta a quien nadie acusará de artista pero que, durante mi primera juventud, me consoló de mi inexistente adolescencia con sus películas de amistad y rebeldía en el instituto, “El club de los cinco” a la cabeza, e hizo de Molly Ringwald una de esas musas alejadas de la típica tía buena a lo Megan Fox y que permanecen en tu memoria cuando ya no sabes distinguir entre sí a ninguna de las últimas sex symbol.
Aquel cine comercial de los 80, que los talluditos recordamos con tanta nostalgia como los cuarentones del 2020 recordarán los “G.I. Joe” y “Sex drive” de ahora. Siempre me ha gustado provocar a los colegas que van de cinéfilos rigurosos reivindicándoles a John Candy en “Solos con nuestro tío” o defendiendo la sincera visión de la convivencia conyugal en “La loca aventura del matrimonio”, con Kevin Bacon y Elizabeth McGovern.
Luego a Hughes le perdí la pista al explotar con tanta fruición el filón del cine infantil que descubrió tras el bombazo de “Solo en casa”. Siempre soñé con que Hughes hiciera cosas más ambiciosillas con ese talento y esa astucia, pero en fin, supongo que lo suyo era método científico aplicado a la taquilla, y que siempre te sentirás defraudado si ves sus películas con la cabeza fría y te olvidas de las mil asociaciones entrañables que puedan tener para ti algunas de ellas.
Pero eso no quiere decir que haya que despreciar del todo a John Hughes, siquiera por ser una de esas figuras que hacen realidad la naturaleza del cine como máquina del tiempo. Si uno quiere volver a los 80, no tiene más que poner en su reproductor doméstico “La chica de rosa”, “Una maravilla con clase” o cualquiera de las mil y un películas que Hughes produjo, dirigió o escribió. Sonarán Simple Minds y Psychedelic Furs, verás a Anthony Michael Hall cuando era joven y aún no le habían entrado poderes paranormales, disfrutarás viendo a Jeffrey Jones haciendo de director Skinner cuando aún no existía el director Skinner, y te darás cuenta de que hubo un momento en que las comedias adolescentes no eran tan zafias como las de ahora, y tenían un cierto estilo visual modernito que algún día se analizará en las revistas de cine más sesudas.
Y también verás a Molly Ringwald... Lo dije ya, ¿verdad?
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