Lo que solía defraudarme de Paul Thomas Anderson era que
dedicase tanto tiempo a remachar un mensaje ya muy obvio desde el principio: en
“Magnolia”, los padres te arruinaban la vida; en “Pozos de ambición”, la
avaricia rompía el saco. Por eso
sorprende favorablemente que “The master” no sea una denuncia de las
religiones, sino que se centre en la soledad del primate hedonista que no tiene
nada por que luchar y que se aferra en sus sueños a la imagen de una hembra
poderosa y salvadora hecha de arena que viento y marea barrerán. El gurú,
aunque en el fondo también esté perdido, es el macho alfa que desnuda a las
mujeres cantando y bailando. Una pena que Phoenix subraye tanto el carácter
simiesco y primitivo de Freddie Quell (vaya apellido: “apaciguar”). Parece que
estemos ante un nuevo Nicholson.
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