Las sesiones de las 10 del viernes y el sábado incluyeron los que posiblemente serán los títulos más recordados de esta Muestra (ya dijimos que la clausura con “Virus 32” dejó bastante fríos a los aficionados), aunque su buena aceptación no haya sido óbice para que ambos se estrenen directamente en plataformas, algo que parece inevitable porque el sector de la exhibición en salas no ve el término medio entre el blockbuster de Marvel y la película independiente de temática social con ciertos estilismos de autor pero sin pasarse.
Pero aun así extraña y da rabia que no se considere que
un título como “Freaks out”, propuesta italiana de Gabriele Mainetti, director
de la curiosa “Le llamaban Jeeg Robot”, no haya tenido una oportunidad en salas
cuando precisamente es una respuesta al cine de superhéroes estadounidense,
creando su propio grupo de “X-Men” a base de monstruos de feria superpoderosos
que tratan de vivir su vida itinerante hasta que el III Reich se inmiscuye. El
humor un tanto más gamberro y menos infantil (para muestra, uno de los “freaks”
es muy aficionado a masturbarse y en un plano lo vemos provisto de un gran
pene) incluye también de manera inteligente un buen número de anacronismos
justificados por el poder del villano nazi, un pianista de seis dedos en cada
mano, para ver el futuro (quizá la primera vez que nos ha gustado una actuación
de Franz Rogowski, porque aquí le dejan exagerar). Pero el despliegue de
medios, lo atractivo de la trama y el desarrollo, no han evitado que a los
siete días “Freaks out” fuera el estreno de la semana de cierta plataforma que
empieza por M, con lo cual es muy probable que, caducados los derechos, la peli
caiga en el limbo si otros distribuidores “online” no la retoman. Antes, cuando
todo se editaba en físico, las películas siempre terminaban por encontrar su
espectador. Ahora, pasarás mil veces por el menú de cine de Movistar y lo mismo
nunca te enteras de que “Freaks out” estuvo allí.
La otra película estelar, “El calendario de adviento”
fue un poco más el tuerto en el país de los ciegos. Es obvio que al lado de la
enésima comedia de vampiros, de la enésima historia de niños secuestrados y de
la enésima chorrada con zombis nazis, el poder de un peculiar calendario
antiguo para hacer realidad tus deseos a medida que va revelando día a día su
contenido, detrás del cual se oculta un enigmático y escalofriante ser sobrenatural,
todo esto vaya a recibirse como maná caído del cielo. Estética y
narrativamente, la película del belga Patrick Ridremont (quien, no puedo resistirme al salseo, estuvo casado con Virginie Efira) tenía que destacar por
fuerza, y si tenéis en cuenta que siguió a la monocorde “Sky sharks” ya lo he
dicho todo.
Aunque pegas se pueden poner, claro. Aparte de las
trampitas de tahúr que los guionistas se permiten hacer con sus propias reglas
(habría que ver otra vez la peli, pero creo recordar que era la propia
protagonista la que tenía que comerse los caramelitos y peladillas de cada día,
y a la postre esto da un poco igual para que la magia funcione), “El calendario”
echa mano de un recurso que me suele molestar: que los protagonistas sepan lo
mismo que los creadores de la historia, muy por delante del espectador, y sean
capaces de llegar a deducciones y conclusiones a los que alguien en su
situación de tensión emocional jamás llegaría. Me pone loco en especial que la
protagonista tome consciencia de que el poder del calendario convierte el mes
de diciembre en un bucle temporal sin fin, siguiendo el efectismo del “concepto
flipante” abierto por Christopher Nolan y que en este caso quizá sea mejor no
examinar con microscopio. Aunque es evidente que la película engancha más al
espectador que la gran mayoría de lo proyectado durante ese fin de semana en el Palacio de la Prensa, lo
cual, pese a venir avalada por una distribuidora importante, la ha hecho
merecedora de estreno directo en el menú de alquiler de una plataforma cuyo nombre
empieza por M y termina con un signo matemático, etc., etc.
Al final por eso hay que seguir defendiendo eventos como la Muestra SyFy, acierten más o menos: son los únicos que creen que el fantástico menos palomitero merece verse en pantalla grande. Pero también se ha demostrado este año que dormirse en los laureles puede ser fatal: si no ofreces algo que las plataformas no pueden ofrecer (y me temo que las interminables presentaciones de Dolera, incluyendo sus bailes al ritmo del tema de "Los cazafantasmas", que “robaron” películas a quienes necesitaban llegar pronto a casa, no son el incentivo ideal) puede pasar que las butacas se sigan vaciando, y si los números no salen, pues. Esperemos que se trate de un bache temporal y que el nivel de la Muestra remonte, pues hay por ahí muchos virus en busca de atención mediática y necesitamos dosis más fuertes de imaginación para combatirlos.