lunes, 21 de enero de 2013

Mis prejuicios: Los melómanos


Es mi sino: cuando conozco a quienes teóricamente comparten mis gustos, solo encuentro diferencias. En los conciertos clásicos, no solo sigo siendo de los más jóvenes con la cuarentena cumplida; también soy de los pocos que manifiestan entusiasmo, que están ahí para asistir al nacimiento mágico de la música y no, como mi amiga Verónica, para ufanarse de que los intérpretes están interpretando las partituras para ellos, como si los artistas fuesen lacayos y el público estuviese compuesto de príncipes Esterhazy. Tampoco me afecta el síndrome del entendido: ni estoy dispuesto a buscar defectos como sea en el trabajo de quienes osan ponerse frente a un auditorio, ni me divierte adoptar poses y fobias irracionales, ni me hago el imperturbable tras una gran actuación por si mi alegría compromete mi imagen de oráculo. Si estoy ahí es porque me gusta.

domingo, 13 de enero de 2013

Mis prejuicios: Los cahieristas


El martes vi “Kapo”: un peliculón, una fábula política pesimista sobre la supervivencia de los oprimidos y cómo los opresores los convierten en verdugos de sí mismos. Desarrollarse en un campo de concentración nazi no la convierte por ello en un parque temático del Holocausto: el famoso travelling por el que Rivette llamó “canalla” a Pontecorvo ni siquiera me llamó la atención por estetizante ni por espectacular. Lo indignante para Rivette, sospecho, era que la peli la coprodujese Francia; cuando Truffaut ponía a caldo a Delannoy o Clément, era porque quería ser califa en lugar del califa. Pero el peor fue Serge Daney: un tocho condenatorio a partir de una peli que por opinión ajena se negaba a ver. De política de autores a política de exclusión: si no caes en gracia, terminas rodando cinco largometrajes en toda tu vida.

domingo, 6 de enero de 2013

Mis prejuicios: Los 80


En el momento en que las hormonas inician su labor destructora, desaparece la aureola mágica de cuento que rodea nuestros primeros años en el mundo. De ahí que un servidor añore los años 70, con su sordidez, sus pantalones de campana y su hippismo de pacotilla, mientras observa con estupor el culto que la generación siguiente rinde a los 80, que siempre vio como la época en la que las fuerzas del mercado triunfaron definitivamente, en que Spielberg hacía triunfar peliculillas como “Los Goonies” y en que Occidente dio un paso atrás generalizado hacia el conservadurismo como preparación para dar la puntilla definitiva al bloque comunista. Los que sí salían por la noche entonces añoran aquella costrosa movida madrileña de punkis pijos y suelen ignorar que en aquellos años el holocausto nuclear se veía como algo factible cada nuevo día.

miércoles, 2 de enero de 2013

Mis prejuicios: Los racionalistas


Al igual que los detractores de las religiones demuestran auténtico fervor en derribar uno por uno todos los dogmas, como si hiciera falta tanto esfuerzo para demostrar inexistencias para ellos tan evidentes, algunos dedican todas sus energías sexuales reprimidas a borrar del mapa todo lo supuestamente sobrenatural o paranormal, insistiendo en que la ciencia lo explica todo. Uno no va a llegar a los extremos de Charles Fort, en cuyos libros uno parece ver una venganza encubierta contra algún profesor de naturales que lo suspendió de pequeño, y lo cierto es que las explicaciones racionales son al tiempo más sencillas y más tranquilizadoras, pero uno puede comprender, si no disculpar, la recaída en un cierto pensamiento mágico, teniendo en cuenta que el positivismo del XIX, padre del capitalismo industrial, nos ha metido a todos en bolsitas de plástico retractiladas.

martes, 1 de enero de 2013

Aún estamos a tiempo

Con eso de que las supuestas profecías mayas no se cumplieron, muchos dan por supuesto que el mundo continuará, pero espérense ustedes a que al final quien vaya a tener razón sea John Carpenter: