jueves, 29 de noviembre de 2007

"Y mañana serán clones" de John Varley


La primera novela de John Varley se distingue por su concisión. En momentos como el que atraviesa actualmente la literatura de CF, sorprendería que alguien presentara conceptos tan épicos y radicales como los que esta novela exponía en 1977 sin expandirlos lo menos a una duración de 500 páginas. ¿La Humanidad expulsada de la Tierra por una invasión alienígena y forzada a adaptarse a una vida en el resto del sistema solar, guiada por misteriosos mensajes alienígenas? Vamos, en manos de los de hoy estarían todavía presentando a los personajes en la página 120.

Fiel al concepto de “literatura de ideas”, Varley adopta una postura artesanal, distraída y sin alardes de estilo, pero haciendo gala de un enfoque que entonces parecería novísimo y rompedor, sobre todo por el carácter juvenil que siguen arrastrando cual rémora muchas obras del subgénero. Yendo al grano, Varley hablaba de sexo. Dando por supuesto que las sociedades futuras habrían dejado atrás nuestros escrúpulos actuales respecto al amor físico, las páginas de la novela abundan en especulaciones audaces, propias de los autores de la “New Wave” (bisexualismo como norma, la población cambiando de sexo tan fácil y frecuentemente como de pantalones) así como en momentos eróticos tirando a explícitos donde se dan detalles, por ejemplo, sobre qué hacen las lesbianas en la cama. Esta es tal vez una de las razones por las que Varley es recordado con tanto cariño por muchos: como la CF se ha considerado siempre literatura para adolescentes y los adultos ni se dignaban abrir sus páginas, mucho chavalín se encontraría de repente, en libros “seguros” para él, con pasajes que le parecerían el colmo del atrevimiento, que se dirigían a él como si fuese un lector adulto a la par que satisfacían su curiosidad sexual. Hoy en día, en cambio, veo demasiada astronauta desnuda en la novela como para no pensar que se tratase de una estrategia comercial; las obras más recientes que leí de Varley son cada vez más heinleinianas y no masajean tanto las hormonas masculinas.

Aunque reducir el radicalismo de esta novela a asuntos eróticos sería una injusticia. Por ejemplo, la idea del cuerpo como materia desechable choca con muchas de nuestras tradiciones. Los protagonistas de la novela, en su deambular cósmico, se desprenden con frecuencia de miembros que les estorban, para transplantarlos por otros o simplemente para moverse con mayor soltura en gravedad cero. Un momento que se graba en la memoria, y que proporciona un cierto escalofrío, es cuando la protagonista se hace extirpar voluntariamente un pulmón para sustituirlo por un mecanismo que eliminará su necesidad de respirar y hará más fácil su trabajo en el vacío. Hoy por hoy, cuando el transplante de órganos sigue siendo un proceso agónico y las prótesis apenas se aproximan a la funcionalidad de una parte biológica, la idea de que se pueda profanar el cuerpo con tanta facilidad y falta de consecuencias inspira un vértigo mezclado de aprensión.

Pero no se queda ahí el tema: no sólo se desechan las partes del cuerpo, sino también los propios cuerpos. La posibilidad de clonar cuerpos adultos, insertándoles grabaciones de la memoria del original, hace posible que circulen por el universo versiones simultáneas de una misma persona. Uno de los atractivos de esta novela, hasta el punto de inspirar su título español, es el hecho de estar protagonizada por diversos clones de una protagonista que en realidad muere al poco de comenzar la acción, en un proceso de constante metamorfosis que, si bien no es llevado a sus últimas consecuencias, sí logra producir una impresión onírica de fluir existencial, en parte como efecto involuntario de la no excesiva claridad con que el proceso está descrito. Richard Morgan es uno de los que reciclaron después esta idea, aunque sin aproximarse al grado de sugerencia que le otorgó Varley hace 30 años.

Otra idea peculiar del libro es el concepto de una simbiosis humano-vegetal que permitiría a las personas vivir como entes independientes en el espacio, sin necesidad de aparatos respiradores ni escafandras, aunque, en una nueva versión del concepto de “replantearse la especie” que supone el “leit-motiv” del libro, esto suponga entregar parte de la consciencia a una mente extraña, incomprensible. La imagen de estos seres planeando libres entre los anillos de Saturno es uno de los momentos más curiosos de una novela que se asemeja en ocasiones a un laboratorio de conceptos nuevos y chocantes, presentados uno detrás de otro sin casi sentir la necesidad de desarrollar sus implicaciones.

Porque “Y mañana serán clones”, como una porción de la CF quizá mayor de lo deseable, es ante todo una novela de aventuras, en la que los clones de la protagonista son reclutados a la fuerza por un ex presidente terrícola empeñado en una iniciativa privada para expulsar a los Invasores de la Tierra (en una nueva manifestación de ese anarco-individualismo made in USA que los observadores externos consideran fascismo) y se implican tanto en una revuelta contra su despótico jefe (en una dimensión política cercana a la izquierda que no es muy frecuente en la CF estadounidense) como en un contacto con la inteligencia alienígena que sirve de tutor a la especie humana en su exilio cósmico mediante misteriosas transmisiones (subtrama a lo “2001” que sin embargo carece de la fuerza mágica y mística de la obra de Clarke y Kubrick).

Como escribió Barry Malzberg en su novela-manifiesto “Galaxies”, resulta muy difícil estar a la altura, literariamente, de argumentos tan ambiciosos. Optar por la aventura y el entretenimiento, por el estilo funcional, limita los logros a los que “Y mañana serán clones” podría haber aspirado, pero por otro lado se agradece encontrar tal densidad de conceptos y peripecias en apenas 234 páginas. No es un libro tan radical como entonces debió de parecer, pero mantiene ese carácter de estímulo intelectual, de desafío imaginativo, de síntesis entre los atrevimientos temáticos de la CF en los 60 y 70 y las formas tradicionales del subgénero, que aguarda todavía sus respuestas literarias definitivas.

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