
Me dan igual “Tú y yo”, “De aquí a la eternidad” o “El rey y yo”; para mí, Deborah Kerr será siempre la reina de las monjas guapas desde “Narciso negro”, donde el sensual exotismo de la India y el rústico “sex appeal” colonialista de David Farrar pusieron en peligro tanto sus votos como los de la injustamente olvidada Kathleen Byron hasta llegar a un memorable duelo al borde del abismo.
También guardo entrañable recuerdo de ella encarnando a la mujer casada que inicia en el sexo a aquel jovencito cuya masculinidad todos ponían en duda en “Té y simpatía”. Da igual el final con moraleja: era raro que Hollywood se atreviera con argumentos así.
Claro que tras una belleza británica y fría como la de Deborah, que casi habría sido el sueño de Hitchcock hecho realidad, también acechaban los peligros de la represión y la histeria, como demostró su institutriz de “Suspense”, en mi opinión la verdadera villana de la historia, mucho más terrorífica que cualquier fantasma, como el pobre Miles acabó sufriendo en carne propia.
1 comentario:
Una gran actriz, y también una gran pérdida. Menudo año llevamos.
Que en paz descanse.
¡Un saludo!
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