sábado, 8 de marzo de 2008

V Muestra de Cine Fantástico, segundo día


Cuando un director con 40 años de carrera a sus espaldas empieza a estrenar en salas películas rodadas como un vídeo de boda o primera comunión, podemos empezar a preocuparnos. Y no es que George A. Romero haya sido nunca un estilista de la cámara a lo Max Ophüls, pero la idea de que veteranos que se las saben todas, como en el caso aún más sangrante de Brian de Palma, se suban al carro modernete según el cual la técnica elaborada, la puesta en escena, la fotografía profesional y los artes del guión y la interpretación obstaculizan la recepción auténtica y espontánea de un mensaje, me parece mucho más peligrosa para el cine que cualquier E-Mule o cualquier “top manta”. Es como si de repente la literatura decidiera prescindir de la corrección gramatical y ortográfica, del vocabulario cuidado, preciso y escogido y de la revisión del texto, en aras de una pretendida pureza expresiva.

Bien es cierto que “Diary of the dead” no aspira a ser una montaña rusa del pobre, como “Rec” de Balagueró y Plaza, sino que busca dejar su marca, como Romero acostumbra, a través de una serie de apuntes ideológicos y algo maniqueos, que en este caso ponen en solfa la manipulación de los medios oficiales contra la necesidad de conocer la verdad abanderada por canales libres como los blogs, MySpace y similares, a la par que oscurecen el tono de la serie poniendo en cuestión las acciones violentas que una situación catastrófica hace necesarias y que comprometen la esencia de la humanidad transformándola sin remedio. Porque no olvidemos que los zombis, si bien son muertos caníbales, no dejan de haber sido personas.

Suerte que el maniquísmo de Romero parece haberse templado, porque su reflexión sobre la responsabilidad periodística es, o bien compleja, o bien confusa: Jason, el cámara, es quizá un héroe por dar a conocer la verdad que los gobiernos ocultan mediante montajes engañosos, o bien un cobarde por no ayudar a sus amigos en lugar de pasarse media hora junto a su cámara recargándole la batería, o bien un vampiro que necesita sangre delante de su lente para justificar su vida. En todo caso, lo que no es Jason es un buen cámara, pues, siguiendo la escuela Dogma, parece que nunca nos creeríamos un metraje rodado por un virtuoso de la cámara en mano al estilo Haskell Wexler; necesitamos que todo esté un poco mal encuadrado, con imagen temblorosa y colores feos.

Yo todo eso lo llevo muy mal. No entiendo cómo los críticos listos se hartan de decir que las epopeyas con efectos digitales y fotografía espectacular son celuloide “vacío” y sin embargo aplauden filmaciones sin el menor mérito técnico y, si me apuráis un poco, literario o interpretativo, a no ser que consideréis que las borracheras de Ben Gazzara y John Cassavetes merecen conservarse para la posteridad. Por poner sólo un ejemplo.

La suspensión del tiempo dramático en películas como “Diary of the dead” parece querer generar verosimilitud, pero yo, que sé perfectamente que estoy viendo una película, no le veo mucho sentido. Puestos a presenciar tiempos muertos, dadme a Antonioni, que por lo menos llenaba sus realizaciones de fascinantes composiciones de plano y de erotismo frío.

Siempre he creído que la esencia del cine y del arte en general es su artificialidad, su selección de elementos reales para convertirlos en algo más elaborado y extraño. Adoptar un estilo vérité siempre me ha sonado a justificar la pereza mediante coartadas intelectuales.

Y de todas maneras, aunque el experimento suene bien en teoría, no estoy seguro de que Romero conjugue bien un mensaje oscuro y reflexivo con la adrenalina de sus clásicas escenas gore, que por supuesto no faltan en “Diary of the dead”. Tanta moral de la comunicación, tanto sermoncillo sobre la degradación por la supervivencia, pero no nos faltan los numeritos de maquillaje y los toques serie Z como el alcohólico profesor inglés despachando a los zombis a flechazo limpio en la mejor tradición de Robin Hood. Pero para mí el efecto de estas secuencias se diluye entre lo amorfo del conjunto.

A estos estudiantes universitarios de cine se les debería haber suspendido en cámara, realización y montaje, me da igual que su impericia otorgue al resultado una pátina verosímil. Uno no sabe a ciencia cierta si hablar peor de “Rec”, cuyo trepidante desarrollo era absolutamente epidérmico a nivel de ideas, o de este “Diary of the dead”, crepúsculo nórdico y depresivo del cine de muertos vivientes que aspira a una profundidad de arte y ensayo pero deja con el mismo sabor de boca que una tarde entera viendo vídeos caseros de YouTube. A mí por lo menos me dio unas ganas tremendas de meterme en alguna peli de cine vacío pero estéticamente gratificante, como por ejemplo “10.000” de Roland Emmerich.

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