miércoles, 14 de julio de 2010

Dune 1984


Puedes tener éxito una vez en adaptarte al entorno, pero eso no va a suceder siempre. “El hombre elefante”, como drama de época sobre un infortunado ogro del Medievo atrapado en la Inglaterra industrial, encajó como un guante en la trayectoria de Lynch, pero “Dune” no fue tan afortunada. Quizá porque una cosa es la angustia de lo absurdo y otra muy diferente es entrar a formar parte de una narrativa preestablecida, lo cual siempre tiende a reconfortar a quienes buscan explicaciones para la existencia (por eso la Alicia de Burton es tan rechazable, porque convierte un delicioso universo de sinsentido en una sucursal de la Dragonlance). El argumento de Frank Herbert es tan arquetípico, tan familiar, recicla tantas cosas (a uno hasta le da por encontrar paralelismos premonitorios entre los Fremen y Al Qaeda) que Lynch se concentra más en crear un mundo barroco, casi decadente en su mezcla de épocas, en dotar a la narración de un tono onírico a fuerza de visiones, de pensamientos que suenan en off, de iconografía demasiado repugnante para quienes estén consumiendo una hamburguesa mientras ven la película (aunque se dice que, por ejemplo, todo el concepto del barón Harkonnen ya estaba así, tal cual, en el proyecto de adaptación de Alejandro Jodorowsky, el cual, por cierto, comenzaba con la castración del duque Leto Atreides en una corrida de toros, que en teoría debería haber encantado a los que critican algunas adaptaciones por ser “demasiado fieles”). Lynch cree poco en la película, y se nota: casi todo lo bueno en ella tiene poco que ver con la idea del “cine espectáculo”, e incluso lo que sí tiene que ver dejó a la audiencia perpleja. Por ejemplo, los gusanos gigantes (versiones aumentadas del que Henry Spencer hallaba en su buzón en “Eraserhead”) resultaban demasiado fálicos para ser acogidos sin desconfianza. Las escenas de acción eran demasiado genéricas, demasiado impersonales, sin héroes, que es lo que mucho público quiere. Pero una aspirante a blockbuster necesita escenas de acción: si, por un suponer, se hubiese reforzado el protagonismo de la pequeña Alia, el resultado se habría parecido más a “La profecía”. Vista hoy, “Dune” tiene el interés de los pequeños clásicos que merecen la pena por los detalles más que por el conjunto, y explica a las mil maravillas por qué Lynch no ha vuelto a intentar formular su universo desde reglas ajenas. Claro está que si entonces el horno empezaba a no estar para bollos, imaginemos hoy.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Yo creo que si todavía se mantiene un tanto viva es por su imagineria visual. Su mezcla estilística (esos uniformes, micros, naves, etc, sobre el trasfondo de saga espacial) y su tono pausado, apesadumbrado, ritual, con el tiempo me han parecido lo mejor de ella.

La pena es lo que pudo ser y no fue. Recuerdo un reportaje en la revista dominical de "El País" en la que, si mi memoria no me falla, daba por supuesto que marcaría un antes y un después en la ciencia ficción cinematográfica.

Saludos,

Ferre

PD1: A ver si hay suerte y mi cuenta de GMail es suficiente para validar este comentario.

PD2: No puedo evitar decirlo: pero que guapa era Francesca Annis (aquí y todavía más como la Tuppence de Agatha Christie)

Admin dijo...

Y a mi que no hay forma de que deje de gustarme esta cinta pese a las constantes críticas adversas, incluso la de su autor... Y el rollo visual steampunk (como dirían ahora) siempre me ha impactado... como en "Brazil" o "1984". Solo hay que echarle un vistazo a la Serie de SF Channel y (tras vomitar) valorar el resultado obtenido por el Linch.

Abuelo Igor dijo...

Es cierto que en estética le llevó la contraria a todo el mundo. Si te fijas tan sólo en la ambientación, sostiene todo un visionado.

No quise hacer ninguna referencia al "remake" que preparan con el chico este de las pelis de acción de Europacorp, que estará allí para poner la cámara en un sitio más o menos chulo, moverla un poco de aquí para allá y decir "oui" a todo el mundo. Pero seguro que después Lynch saldrá otra vez reforzado.

Pero esa versión torera del Jodorowsky... eso tendría que haber existido.

Admin dijo...

Sobre la versión del Jodorowsky no hay duda ninguna, solo por ver juntos a Welles, Dalí, el arte de Giger y Moebius, y al "sonado" director, ya hubiera valido la pena. No se si nos hubiera gustado el resultado, pero seguro que no habría dejado indiferente a nadie.
De todas formas, como le dijo Moebius a Jorodowsky tras el descakabro del proyecto:
"El fracaso es un invento mental, no existe. Lo llamaremos 'cambio de camino'"

(Espero que no resuene demasiado la palabra "pedante"). Chao!