Los historiadores de la Muestra SyFy sabemos que la
animación ha de estar presente en toda edición que se respete a sí misma, pero
no sabemos si el “target” de la Muestra tolera muy bien el ingenuismo de un
cuento infantil o por el contrario pide algo más áspero, menos apto para
menores. La solución ideal es que la película proyectada sea japonesa, dado
que, aunque estemos ante películas tan aptas para todos los públicos como “Wolf
children”, la distancia cultural propiciará siempre algún momento de perplejidad,
cuando no de un dramatismo que ningún realizador occidental se atrevería a
incluir en su ficción. Recordemos
“Colorful” de Keiichi Hara, que en el seno de su cuento sobrenatural juvenil
imbricaba realidades tan incómodas como el suicidio o la prostitución
adolescentes.
“Song of the sea”, segundo largo del equipo que triunfó hace
unos años con “The Book of Kells”, repite muchas de sus virtudes pero no todas:
la fábula sobre una niña “selkie” que vuelve al mar y su búsqueda que desemboca
en una dulce despedida al mundo legendario del paganismo céltico, resulta
demasiado arrulladora desde su título. Tenía que haberme imaginado que Bruno
Coulais compondría la nana epónima con su habitual maestría y de ese modo
habría sometido a mi organismo a una dosis extra de cafeína y/u otros
estimulantes.
Lo que más me gusta de las películas de Tomm Moore es cómo
crean su propia estética lejana de la uniformización propia de los dos grandes
polos: Disney y Japón. Hay una geometrización de las figuras que atenúa a base
de extrañamiento la suavidad del discurso , si bien echo en falta el
barroquismo ornamental de la anterior peli, así como el elemento de
confrontación entre culturas que daba a la peli anterior una dimensión casi
política que, si uno lo pensaba bien, llegaba a inquietar un poco.
Es instructiva la comparación con “Ponyo en el acantilado”
de Miyazaki, película que los aficionados anglosajones se empeñan en desdeñar
como un capricho senil poco riguroso, cuando lo que propone es radical: una
especie de Apocalipsis positivo que acaba con la civilización tal como la
conocemos y propone una nueva armonía entre los principios masculino y
femenino, entre los instintos y los impulsos creadores. “Song of the sea” no
quiere contrariar a la católica Irlanda reivindicando a los viejos dioses, y
los despide con una melancolía un poco fingida, con poco sentido del drama. Uno
echa de menos aquellas ediciones en las que la cuota de animación la cubrían el
alucinante viaje virtual de “Paprika” o la polémica venganza contra el negocio
del porno en la danesa “Princess”. En la Muestra SyFy creemos que encajarían mejor historias más hard boiled, como lo fue en la cartelera comercial
del 2014 la coreana “The fake”. Pero en el fondo siempre nos gusta que nos
cuenten un cuento.
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