Es extraña la discrepancia entre los contenidos de
la Muestra SyFy y los del canal televisivo que promociona: no me imagino
sintonizar este último en mi casa y encontrarme con thrillers austriacos de
arte y ensayo, fábulas sobre vampiros iraníes o peripecias sangrientas en un
campamento belga de boy scouts. No solo se trata de lo inusual de las
propuestas, inviables en un momento en el que al parecer hasta la televisión de
pago ha de aspirar a un target generalista y no ofender a nadie, sino de la diversidad
de miradas e incluso de sonidos: en televisión todo esto lo doblarían las
mismas voces y parecería que siempre estábamos viendo el mismo telefilm.
La gracia a priori de la última peli aludida, “Cub” (si bien
prefiero el flamenco “Welp”) es lo atrevido del concepto. A pocas personas
sensatas, en este momento de sobreprotección de la infancia, se les ocurriría
ambientar una historia de vocación gore en el mundillo de los excursionistas
juveniles. Bueno, tal vez a los belgas sí, si recordamos su cierta tradición de
humor negro bestia que en cine tomó formas como la aún inédita en vídeo
doméstico entre nosotros “Ocurrió cerca de su casa”. Lo que pasa es que, a
juzgar de lo visto, pasa un poco como con “A girl walks home alone at night”:
la película se ha vendido a todos los festivales gracias a un impactante pitch
de una sola frase.
Porque, en realidad, es otra cosa diferente a la
que se vende. Lo que podría haber sido una actualización gamberra de “El señor
de las moscas”, reflejando el primitivismo de la infancia y su gusto innato por
las relaciones de dominio, humillación y sumisión por la fuerza, se queda en un
curioso thriller de suspense con elementos que recuerdan un poco (a mi gusto
demasiado) a la francesa “Alta tensión” y que desaprovecha lo que al parecer
debería haber sido su tema principal, a saber, la tensión entre civilización y
barbarie en la mente de un niño problemático víctima de abusos que se siente
absolutamente fascinado por el joven ayudante del psicópata que ronda el lugar,
una especie de indígena integrado tanto en la naturaleza como en la mitología
urbana urdida por los monitores del campamento para mantener a raya a sus
pupilos.
El mundo interior del protagonista está bastante poco
explorado, al igual que la sociedad interna de los scouts. Las situaciones de
crueldad hacia los débiles son bastante elementales (incluyendo el socorrido recurso argumental de matar a un perro, manera fácil donde las haya de incomodar sensibilidades), y la violencia en sí,
salvando las ingeniosas trampas colocadas en el bosque por ese enigmático
serial killer del que nunca se sabe nada, sucede mayormente fuera de campo. Hay
al menos varios decorados interesantes, como el del búnker abandonado bajo el
bosque, o la cabaña construida en lo alto de un árbol, que nos hacen pensar que
la película surgió más de la disponibilidad de una serie de elementos ya
existentes que de una idea matriz a partir de la cual se creó todo lo demás.
Pero en general la película puede hacer pensar en un cierto estancamiento de la
ola de terror francobelga que hizo furor hace unos pocos años. hay voluntad y
afición (hay por lo menos dos o tres citas expresas del cine de Dario Argento)
pero parece faltar la pretenciosidad en el buen sentido, el radicalismo al
servicio de una idea que convierta a una película de estas en algo más que el
aplicado ejercicio de un fan. En efecto, es un título interesante, pero, a
diferencia de “Snowpiercer” o “Coherence”, del año pasado, no estuvo a la
altura de la franja prime time de la programación.
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