sábado, 27 de marzo de 2010
VII Muestra Sy Fy de Cine Fantástico, segundo día
El subgénero zombi encierra una contradicción esencial: es al mismo tiempo el más misántropo (el deseo de exterminar masivamente a los semejantes se puede cumplir con menores escrúpulos morales aún que con los nazis) y el más gregario y propenso a la juerga (una chica que se sentaba junto a mí hablaba de que nadie se niega a participar como extra en un corto de zombis). La contradicción se resuelve mal, de ahí que en este tipo de cortos, y en general los del fantástico, pese más el componente festivo que el rigor del “perfecto cuentista”, que diría Horacio Quiroga. Incluso cuando hay una mala leche social subyacente (el alemán “Arbeit für alle”), se tiende más a hacer reír de/con la chapuza que a otra cosa. De este tipo tuvimos varios en la sesión de cortos, y encima proyectados en DVD. Me quedé con el mal rollo femenino del francés “Barbie girls”, o, sobre todo, con el británico “The last breath”, centrado menos en la violencia epatante que en la graduación del suspense y el desarrollo mínimo, pero potente, de una idea.
“Cargo” prometía a priori por el detalle de apostar por una CF seria en estos tiempos de adaptaciones de videojuegos y atracciones de parque, pero el buen trabajo visual apenas podía con la falta de carisma narrativo (suficiente para hacer recapacitar a los detractores de “Sunshine” de Danny Boyle) y con lo previsible de sus conceptos. Uno se pregunta por qué nadie es capaz de juntar un presupuesto como este para hacer algo más gamberro, al estilo de los “Diarios de las estrellas” o el “Congreso de futurología” de Stanislaw Lem (un tipo de CF, el futurista-satírico, que practicamente jamás se ha hecho en cine). Probablemente “Cargo” sea una película que haya que defender por lo que quiere representar, pero en el fondo hace lo mismo que el “campo enemigo” de Hollywood: un “cortapega” de tópicos de “2001”, “Alien” o “Naves silenciosas”, pero sin el toque mágico que la haga memorable por sí misma. Será que es una peli suiza, y, claro, ahí hacen muy bien los relojes de cuco y bla, bla, bla... (Por cierto, no me resisto a pinchar a los amantes de los formatos digitales: qué decepcionante esa proyección en HD, que, pese a verse bien, no llenó toda la pantalla de scope y tuvo un par de “apagones” que con el 35 jamás hubiesen sucedido).
La peli de la que nadie esperaba nada, “The disappearance of Alice Creed” es hasta ahora la sorpresa de la muestra. Un thriller británico de secuestros, claustrofóbico y sórdido (memorables un par de escenas centradas en las funciones corporales de evacuación), hecho con sólo tres actores, dos decorados y una furgoneta, y ejemplar a la hora de mantener el interés con giros constantes del guión y una tensión que apenas decae. Únanse a esto unos personajes gays alejados del estereotipo de locazas, y una iconografía bondage desasosegante, para configurar una película que merecería ser de culto más que muchas que andan por ahí con edición especial en 2 DVD, pero en cuyo estreno español no confiamos demasiado.
La que sí saldrá, al menos en vídeo, será “The descent 2”, que, si bien no aporta nada a la primera parte, sí procuró esa ración de gore festivalero que no nos haría distrutar tanto si la viéramos solos en casa. Especialmente pródiga en coloristas efusiones de hemoglobina, babas viscosas y otras simpáticas sustancias (la escena en el cagadero de los monstruitos de la cueva nos extraña menos cuando vemos en los créditos que uno de los guionistas es J. Blakeson, el responsable de “Alice Creed”), y con un encarnizamiento en cargarse personajes que no respeta ni al venerable Gavan O’Herlihy como sheriff cabronazo, la peli de Jon Harris, montador de la primera parte, permitió que los asistentes a la Muestra liberasen su gusto infantil por las guarrerías de nuestro cuerpo, léase caca, pedo, pis, y, por qué no, sangre. Lo cual no me parece necesariamente negativo a no ser que nos quedemos anclados en esa fase. Si esto sucede o no, lo sabremos esta tarde con la peli de las 4, la belga “Amer”, cruce entre el giallo y Antonioni que no utiliza diálogo alguno y que promete ser el momento “arte y ensayo” por excelencia de la Muestra.
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