Hay muchos comienzos desconcertantes en la filmografía de nuestro hombre, pero quizá el de “Una historia verdadera” les gane a todos, con esos dos rótulos en pantalla que rezan:
WALT DISNEY PICTURES PRESENTS
A FILM BY DAVID LYNCH
Introduciendo lo que para unos es su película más “normal” (al loro con el doble significado de “The straight story”) y para otros la más rara, el momento en el que Lynch, definitivamente, se rió de todo el mundo. Lo cierto es que sólo Lynch se hubiese atrevido a hacer una peli de largo metraje sobre un abuelete que se recorre varios estados en un cortacésped. Lo cierto es que el inicio se parece bastante al de “Blue velvet”. Lo cierto es que el surrealismo de carretera al estilo “Corazón salvaje” sigue estando ahí, aunque en versión mucho más amable. Lo cierto es que Lynch demostró que podía hacer una película sin necesidad de sexo, violencia o una narración rebuscada. Lo cierto es que los personajes de Alvin Straight y su hija Rose son entrañables y están contemplados con una humanidad y una compasión que pocas veces se le han reconocido al cineasta. Da cierta rabia que uno de los maximalistas por excelencia del cine se pase al minimalismo, pero, visualmente, la peli es una joya de paisajismo (con el regreso de Freddie Francis a la fotografía) y de narración suavemente irónica (ejemplo: la cámara hace una panorámica vertical desde el vehículo de Alvin hacia el cielo, hace un fundido encadenado, como queriendo mostrar el paso del tiempo, baja otra vez, y Alvin, en lugar de estar llegando casi al horizonte como reza el tópico, está aún cerquísima del espectador). Lynch, al servicio de un guión de su mujer, Mary Sweeney, es más Rockwell que nunca, se permite una visión pastoral sin claroscuros (de hecho, ni siquiera me resulta casual que el tema musical que acompaña la odisea de Alvin se parezca tanto, arreglos country al margen, al de “Twin Peaks”), que desemboca, una vez reunidos los dos hermanos Straight, en la misma visión del cosmos orgánico y unificador que había en los finales de “Eraserhead” o “El hombre elefante”. Pero a mí me sigue pareciendo una película muy extraña, que casi parece el resultado de una apuesta para ver a cuántos detractores de David Lynch conseguía engañar. Como paréntesis curioso, como experimento, como planteamiento de uno de los caminos posibles que podría haber seguido nuestro protagonista, como demostración de que un buen cineasta puede sacar oro hasta del material más telefilmero y poco prometedor, “Una historia verdadera” no tiene precio. Pero no me preguntéis si la prefiero a cualquiera de las anteriores o posteriores.
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