jueves, 10 de marzo de 2011
VIII Muestra Sy Fy de Cine Fantástico, segunda parte
Ya lo insinuábamos en la crónica anterior: uno nunca sabe si el público que abarrota este tipo de eventos juzga lo que ve en función de sus valores cinematográficos o por el contrario sube o baja el pulgar en función de la proporción de violencia explícita mostrada en pantalla. Hubo un contraste claro entre el entusiasmo con que se recibió “I saw the devil” de Kim Ji-Woon y el cierto desprecio, abucheos incluidos, con que se acogieron los créditos finales de “Captifs” de Yann Gozlan. Es obvio que la película coreana es un thriller muy poderoso que difumina mucho los límites entre el bien y el mal, conjuga sin fisuras el terror psicopático con la acción, presenta una historia cruda sin paliativos (aunque, triste es decirlo, el pase de la Muestra nos escatimara una escena de sexo que en Corea sí se pudo ver) y nos regala un impagable duelo interpretativo entre un Byung-Hun Lee casi heredero de Alain Delon y el siempre arrollador, aunque a mi gusto ya un poco encasillado, Choi Min-Sik. No obstante, en el fondo albergo la sospecha de que lo que hace destacar esta historia sobre otras similares como la también exhibida en esta muestra “The chaser” es básicamente su mayor nivel de brutalidad, su sadismo exhibido sin tapujos, por delante de otras consideraciones estilísticas o narrativas (y si no, véase la reacción de hastío y desgana de algunos fans de la película de Kim el día siguiente ante “Thirst” de Park, que a mi juicio se mueve en una órbita muy superior).
De “Captifs”, piensa uno, se esperaba otro terror extremo a la francesa, otro “Á l’intérieur” u otro “Martyrs”, cuando en realidad las intenciones no iban por ahí. Simplemente, se trataba de un buen thriller de suspense sobre la peripecia de unos cooperantes raptados en la antigua Yugoslavia por una red de traficantes de órganos, con una tensión, pese a lo que digan algunos, bien dosificada, y un desenlace orquestado de manera eficaz. La decepción, entonces, viene de no encontrar la carnaza que se esperaba, de que la prometida extracción de un ojo finalmente no se lleve a cabo, al margen de que la dirección nos dé una solidez no muy frecuente en una ópera prima y un pulso mucho mejor mantenido que al menos cuatro otras películas de la Muestra. Por lo que a mí se refiere, la grandeur francesa sigue a salvo.
Uno de los momentos más tristes de la Muestra fue el pase de “Giallo” de Dario Argento, en parte por la ya irreversible decadencia de quien fue todo un maestro del género, en parte por la actitud del público, que vino predispuesto a cachondearse de todo cuanto aconteciera en pantalla, risible o no. Me vinieron a la cabeza los argumentos esgrimidos por algunos cabezas cuadradas detractoras del cine de autor, según los cuales es el público intelectualoide y snob el que imagina en su cabeza una complejidad y una filosofía que simplemente no están allí. Está claro que “Giallo” no es una buena película: la relación entre Brody y Seigner no se mantiene por ningún sitio y muchas de sus interacciones son puro teatro del absurdo, el monstruo al estilo de la Universal, raptor y torturador de chicas, produce más perplejidad que inquietud, sin que uno sepa verdaderamente qué quiso Argento transmitir con él (aunque, vista la referencia de un miembro del público al aspecto físico de Dario cuando salió su nombre en los créditos, vete a saber si no habrá un componente autobiográfico), y las carencias presupuestarias, argumentales y de toda índole son tan palpables que uno se sentiría tentado de comprender a los detractores de no haber mediado tanto ensañamiento, de no haberse ignorado que esta floja película, llena no obstante de buenos detalles aislados, venía del director que nos regaló “Rojo oscuro”, “Suspiria” e “Inferno”. Películas de las que, sin embargo, también se habría reído el público de la Muestra Sy Fy, pues, naturalmente, la veda para el cachondeo, con Argento, siempre está abierta.
Y sin embargo una nimiedad como “Hatchet 2” fue recibida con un respeto mucho mayor, como si las sagas slasher al estilo de “Viernes 13” o “Halloween” fuesen una aportación mayor al cine de terror que el giallo italiano al que copiaron sin misericordia. Ni siquiera el hecho de retomar el relato del primer “Hatchet” justo donde acababa el anterior es original, como atestigua el “Halloween 2” primigenio de Rick Rosenthal. Pero bueno, aun así la presencia del gran Tony Todd como Reverendo Zombie, y su narración de la leyenda de Victor Crowley, establecen un tono prometedor que se diluye ante la incapacidad de mantener un mínimo ritmo narrativo (cosa que “Giallo”, pese a su mal guión, conseguía con creces), lo manido del desarrollo y la traición sin complejos a las reglas que la película ha estado remachando durante bastante tiempo. Lo bueno de “Hatchet 2”, a saber, sus cafres y chuscas escenas gore, cabría en un vídeo de cinco minutos para YouTube: el resto es encefalograma plano puro y duro que, lo que son las cosas, casi hace añorar al Rob Zombie de “Halloween 2” el año pasado.
Sobre la sesión “Hecho en Sy Fy”, con cuatro graciosetes comentando en directo “Dinocroc vs. Supergator”, y que directamente me salté, nada tengo que decir salvo expresar mi cierto desprecio por este tipo de iniciativas que buscan identificar de manera abusiva la serie B y el trash y que terminan embotando la sensibilidad del aficionado hacia el arte que se esconde a veces en esas películas. Claro está que uno admite carecer de todo sentido del humor. Será por eso que fui de los pocos que no estuvieron riéndose durante todo el pase de “Giallo”.
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