domingo, 29 de marzo de 2015

XII Muestra SyFy, capítulo IV: Mi novia es una zombi (otra vez)


Lo malo de ser un maestro del fantástico hoy en día es que sigues haciendo comedias adolescentes a los 68 años. No hace muchos años, se oyó a Joe Dante quejarse amargamente de que por culpa de Lucas las películas de ciencia ficción y géneros afines se hacían para vender muñequitos, pero, misteriosamente, el rasgo distintivo de “Burying the ex” entre otras ciento cincuenta comedias de horror de inspiración ochentera en las que la novia muerta del chico vuelve de la tumba para seguirle exigiendo sus derechos es precisamente el fetichismo por el género, el gusto por una parafernalia de pósters, atrezzo y secuencias icónicas como la que da de comer al protagonista encarnado por Anton Yelchin.


El guión, de manera bastante tramposilla, va a la yugular de uno de los problemas existenciales básicos del friki del fantástico: la dificultad de conectar con una chica que no conecte del todo con tus gustos y la manera de que, si no los va a compartir nunca, al menos los respete. Avisemos de que será un poco improbable que el asistente medio de la Muestra vaya a verse en la tesitura de lidiar con una churri del calibre de Ashley Greene o encuentre su sueño de hermandad espiritual con Alexandra D’Addario. Es bastante más probable, no obstante, que, a la hora de redecorar el apartamento, sus carteles de “Terror en el espacio” terminen no ya doblados en un cajón sino directamente en la basura, pero así es la vida. 


No se trata de una película ambiciosa ni mucho menos, ni tampoco de una historia imprevisible. Supongo que muchos espectadores irritados por el ruido y la furia de “Tokyo tribe” se sintieron consolados por una ficción que da punto por punto todo lo que promete en sus primeros minutos sin sorpresa alguna, pero tampoco seamos tan duros: las últimas Muestras SyFy nos han demostrado lo difícil que puede ser lograr la proporción justa entre humor y horror. Por cada “Tucker & Dale vs. Evil” tenemos cinco o seis “Cockneys vs. Zombies” explotando el filón sin vergüenza alguna. Aquí al menos nos reencontramos con el viejo amigo que nos regaló “Aullidos” o “Piraña” (aquella etapa cormaniana con guiones de John Sayles que me permito preferir a su efímero momento de gloria en la Amblin de Spielberg y aquella peli de monstruitos traviesos de cuyo nombre no quiero acordarme), aunque le veamos casi obligado a revivir su adolescencia una y otra vez por necesidades de su carrera. A mí me encantaría ver en pantalla las vicisitudes y encontronazos con la vida de un friki al borde de la tercera edad (tal vez encarnado por Dick Miller, cuyo habitual cameo en la filmografía de Dante no faltó y arrancó al público un aplauso que casi fue el momento más disfrutable de la sesión), pero en la práctica los viejos supervivientes, si no quieren o no pueden abandonar el género, tienen que seguir haciendo reír a los jovencitos de 17 años.

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