Bueno, no. Siendo sinceros, ya hubo Polo Norte el domingo, cuando me tocó ser el primero de la cola tras el cordón que dejaba libre la entrada de la tienda situada junto al cine, y tuve que sufrir de frente los rigores de la intemperie, viento, frío y lluvia incluidos. El martes 20 no se anunciaba tan mal, porque SyFy, en un tuit, preveía una buena organización de la clausura diferida, con apertura de puertas a las 19 horas y comienzo de la proyección del segundo “Pacific Rim” a las 20. En la práctica, los fieles de la Muestra estuvimos tiritando en la calle hasta más de las ocho, con el frío gastando malas pasadas a nuestra percepción, como reconocer a Gérard Depardieu en el tráiler de la última película de Lamberto Bava (aunque lo hemos comprobado después y no soñábamos, no).
Una vez en la sala, vimos menor asistencia y un clima no
tan entusiasta. Ni cereales “Lion” ni smoothies, ni Dolera (a quien
deliberadamente no he mencionado en mis tres crónicas anteriores, puede que
porque ahora busco otros referentes de mujer y de todas maneras considero que
Leticia parece haber disminuido su implicación en el evento, quizá por tener
mayor perfil mediático; yo la recuerdo presentando las sesiones de las 4 en el
Palafox, mientras que en la XV Muestra no se la veía aparecer hasta la sesión
de las 8 por lo menos. Tampoco he hablado de los dos cortos, el olvidable en sí
mismo “La última cita”, aunque inolvidable porque un gran número de invitados
ocupó las cuatro primeras filas antes de la proyección de “Brawl” y luego se
fueron en tropel, con lo cual muchos de los fans de sentarnos delante salimos
corriendo hacia nuestras butacas preferidas; y el mucho más memorable “RIP”,
que contaba con glorioso humor negro las consecuencias de que el muerto por
quien se celebra un funeral no se muera ni a tiros).
Luego, “Pacific Rim: Uprising”, pese a la invocación inicial a Todd Acosta, no recuperó el tono de aquel fin de semana tan reciente y a la vez tan lejano. A pesar de un comienzo prometedor, donde se mostraba un paisaje postapocalíptico en ruinas, fruto de la guerra contra los kaiju y lleno de esqueletos de los mismos, por los que Nicolas Cage, si es cierta la leyenda urbana, podría haber pagado un buen dinero, y donde se insinuaba una nueva estructura social donde los viejos modelos económicos no servían y se reinstrauraba el trueque, se abandona pronto ese hilo para incidir por enésima vez en la academia de nuevos reclutas y en una nueva amenaza capitaneada por uno de los científicos de la entrega anterior, en contacto telepático con los Precursores. O sea, otra vez a mamporro limpio con los bichos, pero esta vez sin el primor estético de Guillermo, a quien ahora los frikis odian por encumbrar en los Óscares el romance entre una muda y un hombre pez, cuando lo que deberían estar haciéndole es una estatua. Pero en fin, volviendo a “Pacific Rim: Insurrección”, lo que retengo más de un producto que, en clásico estilo blockbuster, es tan técnicamente admirable como poco acreedor de mi recuerdo, son dos detalles actorales: primero, John Boyega soltando una arenga a los reclutas y soltando un “chance” con acento ultra-“british” que le roba a la escena todo su americanismo, y Burn Gorman demostrando que sabe poner caras diferentes a su habitual rictus de enfurruñamiento estreñido y que al fin y al cabo es un actor, y tal vez no muy malo. Aunque citar su actuación como lo mejor de la película quizá sea un deliberado menosprecio a una entrega que, recién vista, se pierde sin esperanzas de retorno en el Almacén de las Continuaciones Innecesarias.
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